Escritora, música, cineasta, combativa, rebelde, transgresora. Natalia Moya, una mujer chilena de 27 años que transforma desde el arte, ha ido construyendo sus proyectos movilizada por la decepción, pero también por el amor que siente por lo que hace.
Con una voz que transmite calma y una conexión con su guitarra que inspira, la joven cantautora, de profundas convicciones sociales, ha llevado su carrera guiada antes por la experiencia que por la teoría.
Aprendió a leer partituras mucho después de empezar a tocar y componer sus temas, y con esa misma audacia e intuición decidió crear el proyecto “Libros libres”, una imprenta artesanal que genera convocatorias y reúne a varios autores para colaborar en una misma publicación.
Su trabajo editorial, realizado en el taller de su sala, es componer, tirar y encuadernar libros con la recopilación de los textos que le envían colaboradores que comparten su visión. Todo esto con los medios de los que, hasta hace poco más de cincuenta años, se disponía en todas la imprentas tipográficas del mundo: tinta y papel. “Decidí que este proyecto editorial no sería financiado por ninguna institución y que solo sea una colaboración de las personas que lo sienten”.
Natalia Moya estudió cine en la Universidad Viña del Mar en Chile, pero solo por un breve periodo: apenas un año y medio. En su experiencia la educación superior regular solo ofrece conocimientos limitados que, además de ser poco prácticos tienen un alto precio que no todos pueden costear.
Esta idea fue el motor para la creación del documental de su autoría: “Retro educación”, bajo la necesidad de visibilizar lo que sucedía en la Universidad de Playa Ancha, una institución pública que fue tomada por sus alumnos en el 2015. Allí encontró un sinfín de respuestas entorno a la educación de su país.
“Este vacío que sentía mi cuerpo, mi mente, mis bolsillos, me llevaron a que me retire de esta institución con una necesidad que hoy recién comienzo a entender”, recuerda.
Convencida del valor de la autoeducación y el autodescubrimiento como principios para lograr respuestas válidas y consistentes, Natalia trabaja también para combatir la indiferencia que, desde su perspectiva, es lo que genera este estancamiento social, que solo mantiene los privilegios de unos pocos.
Además de la literatura, Natalia, como ella misma cuenta, ha encontrado en la música la sanación y el autodescubrimiento.
“La música es mi lado más espiritual, mi intimidad. Va para adentro. Es la forma terapéutica para resolverme como ser humano, la que me permite transmitir la experiencia de la vida, y que motiva mis ganas de decir las cosas”, cuenta Natalia.
En sus composiciones están plasmadas sus luchas y pasiones, entre ellas, el empoderamiento de las mujeres. Para la cantautora, el feminismo tiene que ver con la conversación constante con otras mujeres: “Es triste pensar que tiene que haber dolor o violencia para poder despertar, pero es porque no tenemos acceso a información”, dice. Por eso siguen sus búsquedas. Por eso su trabajo es valioso.
Escribe: Joselyn Leyva
Imagen: Alvaro Mesías
*Reportaje especial desde Valparaíso, Chile.