El clásico perfil de nini (joven que no estudia ni trabaja) es una joven en condición de pobreza, de 18 años, que vive en un hogar urbano y que no ha concluido la educación secundaria. A menor autonomía económica mayor pobreza, mayor índice de embarazo adolescente, más deserción educativa y menos probabilidades de tener un empleo.
7 de cada 10 ninis en Perú son mujeres, casi un millón de personas. La mitad se ubican en Lima y Callao, donde tenemos cerca de 500.000 mujeres que no están estudiando, no trabajan y no buscan empleo. Eso dicen las estadísticas, que normalmente atribuyen al trabajo doméstico, al matrimonio precoz y a la crianza de los(as) hijos(as) este fenómeno femenino.
Las mujeres ninis se encargan de la casa, cuidan a las personas adultas mayores, enfermas, personas con discapacidad y menores de edad, realizan las tareas domésticas de limpieza y cocina, se encargan de criar animales y se involucran en el trabajo comunitario, tareas a las que dedican 37 ½ horas a la semana, casi una jornada laboral completa.
La vida de las jóvenes ninis se asemeja en responsabilidades y distribución del tiempo a la de las personas adultas, en cambio los hombres tienen una contribución en el trabajo doméstico, de crianza y cuidado, de 15 horas semanales, considerablemente menor. Las jóvenes ninis tienen un aporte fundamental en la prosperidad y mantenimiento del hogar pero no generan ingresos propios, lo que las hace pasar a depender económicamente de un hombre y limita su libertad de tomar decisiones, complicando en estas condiciones salir de la pobreza o de la violencia intrafamiliar. Esta desigualdad comienza a manifestarse en la juventud temprana, perdura en el tiempo y alimenta la brecha salarial y de género.
Si hablamos de ninis en general sin analizar las condiciones de vida del grupo mayoritario que les conforma, no podremos desarrollar políticas ni programas dirigidos a entrar en la médula del problema y abordarlo. Una mirada desde un enfoque de género nos dice que no es el cuidado o el trabajo doméstico lo que las lleva a esta situación de dependencia económica y de negación de su desarrollo humano, sino el hecho de que estas tareas recaigan mayoritariamente sobre ellas. La inserción de la mujer al mercado laboral se realizó sin considerar quién se haría cargo del trabajo no remunerado que realizamos las mujeres y por inercia siguió recayendo en nosotras.
Podemos seguir incrementando los porcentajes de mujeres que terminan la educación secundaria, tener más programas de formación o fortalecer los centros de vinculación laboral, pero si las jóvenes se dedican a cuidar criaturas y sacar adelante los hogares y las comunidades, no van a tener tiempo para beneficiarse de ninguno de estos programas, no entrarán al sistema financiero ni al mercado laboral, y se quedarán fuera de cualquier sistema de protección. Especialmente las mujeres pobres, que son quienes no podrán contratar a otra persona (otra mujer de bajos recursos económicos) para que realice estas tareas de crianza y cuidado mientras se incorporan a un empleo de calidad.
Un enfoque de género nos puede dar pistas que acierten y permitan reducir el porcentaje de mujeres ninis como; creación de guarderías en los centros de trabajo, programas sociales de cuidado de niños(as), cursos de formación que identifiquen las brechas de genero y se comprometan a reducirlas, medidas de conciliación que vayan dirigidas también a hombres, flexibilidad en la jornada laboral o teletrabajo son algunas. La educación para la corresponsabilidad desde la escuela y la familia son fundamentales. Las políticas de cuidado han sido en la historia reciente, la llave para mejorar la situación de las mujeres en el mundo laboral y por lo tanto, la llave también para el crecimiento económico.
Hay que prevenir el embarazo adolescente, porque aún nos queda un largo trecho que caminar, especialmente con programas de educación sexual y de prevención de violencia de género, y es indispensable que estas medidas se den fuertemente de la mano con otras encaminadas a facilitar una división sexual del trabajo más equitativa, buscando deconstruir los estereotipos de género desde la escuela, donde hombres y mujeres tengamos las mismas oportunidades de incrementar nuestro potencial humano mediante la educación y el empleo de calidad, y de generar ingresos propios que amplien nuestras oportunidades; en definitiva, de facilitarnos mutuamente vidas más felices.
Las mujeres ninis de Perú no responden al erróneo estereotipo de jóvenes desmotivadas y sin ganas de trabajar. Las mujeres ninis no estudian porque no tienen tiempo y no buscan trabajo porque ya lo tienen; un trabajo no remunerado pero fundamental para sostener sociedades como la nuestra.
Escribe: María José Gómez – Directora Forge Perú
Foto: Cuartoscuro