En Ajoyani, un pequeño distrito de la provincia de Carabaya, en Puno, viven alrededor de 250 niños menores de 7 años. Entre ellos, los más pequeños, entre 0 y 3 años, tienen en la ludoteca local, mucho más que un espacio de esparcimiento. Gracias a una iniciativa de la ONG Sumbi, los padres y madres encuentran allí las herramientas para que sus hijos e hijas logren vivir una infancia en bienestar.
Janet es una de ellas. Lleva a su hijo Max a la ludoteca desde que tenía 3 meses de nacido. Él aprendió allí a dar sus primeros pasos y ella a transitar la ruta de la maternidad con más seguridad. Ahora que el pequeño tiene casi dos años, su desarrollo está asegurado por la guía especializada y la experiencia adquirida.
Con una propuesta que incluye asesoría y consejería en temas de salud infantil y estimulación temprana, esta iniciativa que forma parte del proyecto SAMI y está apoyada por la empresa privada, intenta combatir dos de los peligros que acechan con insistencia a los niños peruanos, sobre todo en las zonas altoandinas: la anemia y como consecuencia de ésta, el bajo desarrollo cognitivo.
Además, en un contexto en el que las mujeres siguen asumiendo buena parte de los trabajos de cuidado y crianza, propone no solo acompañamiento especializado sino herramientas de empoderamiento: educa a las familias sobre prácticas de crianza que favorecen el desarrollo infantil temprano y a la vez permite a las mujeres tener un espacio de aprendizaje y consejería para abordar sus vivencias cotidianas. “Les hemos explicado a las mujeres la importancia de que hablen con sus esposos y les compartan sus vivencias, la importancia de que ambos progenitores pasen tiempo con sus hijos”, nos cuenta Marisol Roque, la especialista educativa que dirige la ludoteca en Ajoyani y es consciente de la enormidad del reto asumido.
Estos espacios de juego donde niños y niñas realizan actividades que estimulan su desarrollo físico y mental, también se recrean en las casas familiares bajo la asesoría de los gestores del proyecto y, través de la participación comunitaria se monitorean los avances. Ese es uno de los logros mayores de un proyecto que se inició en 2016 y que aspira a ser ampliado y replicado en beneficio de la mayor cantidad de población infantil.
La sostenibilidad de este proyecto tiene grandes aliadas: las GIPIs, el grupo de mujeres líderes de la comunidad que actúan como impulsoras por la primera infancia. “ Ellas realizan las visitas domiciliarias y el acompañamiento familiar, hacen la vigilancia comunitaria en temas de salud para ver si se consumen los alimentos, si el hogar está limpio, si su espacio de juego está implementado, si hay violencia en el hogar”, dice Roque, que antes de unirse al proyecto trabajaba como maestra de inicial en una de los distritos vecinos.
A través del juego y con el uso de 5 elementos básicos señalados por las especialistas: un cuento,bloques para armar, una muñeca, una pelota y un carrito, los niños y niñas empiezan a relacionarse con el juego libre, alejados de estereotipos y direccionamientos machistas. “Los niños se vinculan con los juguetes de manera libre y tratamos de que usen todos con la misma naturalidad”, comenta Marisol. Y mientras ella habla vemos como Max, que ya tiene 2 años y 8 meses pasea un carrito de bebé por la ludoteca.
Las madres beneficiarias confirman con sus testimonios la utilidad de estos recursos en su vida. Mujeres como Janet o como Eva que llegó al centro cuando aún esperaba la llegada de su primera hija. “Yo llegué aquí desde que estaba embarazada y me indicaron cómo debía cuidarme. Ahora mi hija tiene ocho meses y me siento tranquila y segura de que está creciendo sana y desarrollando bien”, dice la joven madre de 24 años.
En el 2019, el Proyecto SAMI planea no solo un traslado de competencias al gobierno local. También tiene en la mira actividades como cursos de Desarrollo Infantil Temprano dirigido a operadores locales, como incentivo para seguir ejecutando intervenciones articuladas a favor de la primera infancia de Antauta y Ajoyani.
Escribe: Claudia Blanco
Foto: Alejandra Rázuri