Mientras responde a las preguntas sin cansarse, con ganas de que en Lima y el exterior conozcan su historia y la de su pueblo, Liz Chicaje Churay (35), sonríe. La joven líder bora, defensora de los derechos indígenas es consciente del interés que despierta su misión.
Luego de tres años de intenso trabajo como presidenta de la Federación de Comunidades Nativas del Ampiyacu (Fecona) y miembro del Comité de Categorización de la Zona Reservada Yaguas, en el que fue clave para que el Parque Nacional Yaguas se vuelva realidad en enero de 2018, las embajadas de Alemania y Francia acaban de otorgarle el Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos y Estado de Derecho.
Liz fue reconocida por su lucha a favor de la seguridad territorial indígena, por su comprometida defensa de los derechos del medio ambiente y por su trabajo constante en aras de la buena gobernanza de este gran territorio entre los ríos Napo, Putumayo y Amazonas, en la frontera con Colombia y Brasil.
“Este premio es reconocimiento a la labor que hemos hecho en conjunto comunidades y dirigentes. Nos obliga a seguir trabajando en la defensa de los bosques y los derechos de las comunidades indígenas”, dice.
Descendiente del clan de la Newat (gavilán en español), Liz nació en la comunidad nativa Boras de Pucaurquillo, distrito de Pebas, provincia de Ramón Castilla (Loreto), en el seno de una familia de agricultores que le dieron desde muy joven la libertad de tomar sus decisiones.
Quinta de 11 hermanos, y ahora madre de cuatro varones y de una mujer, Liz está a la vanguardia de la economía sostenible, liderando junto a otras mujeres indígenas una asociación de artesanas, quienes transforman la fibra natural de la chambira en jicras, hamacas, y con semillas del bosque confeccionan collares y otros accesorios. “En la cuenca del Ampiyacu todas trabajamos en artesanía, lo aprendemos desde pequeñas”, anota.
Pese a que esta es la principal actividad económica, recientemente ha conformado la asociación de productoras de la yuca ‘brava’, insumo para la preparación del casabe (pan indígena) y ají negro (salsa indígena), que figuran en la carta de prestigiosos restaurantes en Lima.
Junto con su esposo, quien es docente, ha recorrido otras provincias de Loreto, y ha interactuado con líderes indígenas de distintas comunidades, a las cuales ha asesorado en algunos temas como titulación de tierras y gobernanza. En esas reuniones ha explicado sobre el derecho de los pueblos indígenas a tener un desarrollo económico que los integre con el Estado y las empresas para que se respeten sus territorios.
También ha estado en el exterior, durante la campaña de recategorización de Yaguas, territorio ubicado en el distrito de Putumayo, en la provincia de Maynas (Loreto). Este cambio de estatus permite la conservación y protección de alrededor de 868 mil hectáreas con la mayor cantidad de especies hidrobiológicas del Perú, así como de flora y fauna.
“Yaguas es un lugar sagrado para nosotros. Hemos trabajado incansablemente para que como parque sea un lugar seguro, donde los animales puedan reproducirse, que sea un lugar donde no ingresen quienes cometen actos ilegales”, explica.
La joven líder no es solo protectora de bosques sino una persistente defensora de su cultura. “Me preocupa que mi comunidad pierda su lengua originaria. Quiero que todos los niños valoren su idioma, el bora. Mis nietos deben hablar bora, es el legado que nos dejaron nuestros ancestros. Este año queremos hacer una escuela en la que padres e hijos dialoguemos en bora, porque no podemos dejar que se pierda”, dice.
Ser mujer bora le ha dado una mirada del entorno y de la vida que trata de preservar. “Quiero que mis hijos y mis nietos crezcan y vivan en un ambiente sano, que vivan en la naturaleza y la respeten. Para las mujeres indígenas, proteger y cuidar los bosques significa tener una vida sana, una vida tranquila proteger nuestra despensa y fuente de economía. La Amazonía es bella, hay que protegerla, ella nos da vida”, señala la incansable activista.
Liz Chicaje además participa en iniciativas de cogestión y gobernanza de grandes paisajes en Loreto, que incluye exitosas experiencias de manejo con fines comerciales del recurso forestal y de fauna silvestre, el ordenamiento de las pesquerías y la consolidación de la vigilancia comunal indígena.
Para ella, la gran amenaza a la Amazonía es la minería ilegal. Por eso es que junto con las comunidades se han mantenido firmes en la defensa de su territorio. “Aunque nos cueste la vida”, subraya.
Escribe: Alberto Ñiquen – Editor de La Mula