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El trabajo de nuestra oficina es investigar y verificar si los medicamentos que solicitan los médicos son lo mejor para el paciente

Hace 20 años que Patricia Pimentel trabaja en Essalud como oncóloga, una especialidad donde, según nos comenta, hay más hombres que mujeres. Para llegar a donde está tuvo que abandonar varias veces su zona comfort, olvidarse del miedo, arriesgarlo todo.

Hoy es la directora del Instituto de Evaluación de Tecnologías Sanitarias e Investigación (IETSI) de Essalud, pero aún recuerda con ese humor y optimismo que la caracteriza su época universitaria en la facultad de Medicina de San Marcos. Era los años 90 y había que enfrentar algunas turbulencias por culpa del terrorismo. También había que lidiar con la enorme mayoría masculina en las aulas: el año en que Patricia postuló, alcanzaron cupo 120 personas. 100 eran hombres y solo 20 mujeres.

El temple de médico de Patricia empezó a formarse en la facultad pero se puso a prueba en esas primeras experiencias que la enfrentaron a la realidad adversa de un país como el nuestro, en el SERUM (Servicio Rural, Urbano y Marginal), que es la última etapa que debe cumplir antes de graduarse. Patricia se fue a Huancavelica. Allá la esperaba un pueblo donde no había luz ni agua y una habitación que no tenía puerta. Tuvo que aprender todo de golpe.

“Como en esa época todavía había rezagos del terrorismo en la zona, en el pueblo éramos el jefe político militar, el fiscal y yo”.

Y no fue la única vez que se animó a dejar su zona de comfort. Lo volvió a hacer hace poco, cuando le ofrecieron ser directora del IETSI de Essalud, que es la entidad encargada de aprobar o desaprobar el suministro de medicamentos a los pacientes previa evaluación. Una especie de semáforo en la entidad. Una suerte de isla anticorrupción, como lo considera la doctora Pimentel.

“La idea central de la existencia del IETSI es que no haya esa clásica jugada de intereses para la provisión de medicamentos, sino que exista un estudio previo. Yo trato de que aquí se aprueben medicamentos que usarán todos los afiliados que lo necesiten. No para uno sino para todos”, nos explica.

Para asumir este cargo dejó su trabajo como oncóloga en el hospital Sabogal de Essalud. Allí era conocida como “la ‘loquita’ adicionales”, porque siempre podía atender a un paciente más, sin importar tanto si se pasaba la hora. Una vez, recuerda, tenía tantos pacientes haciendo cola que su jefa le interpeló porque había muchas personas y “se veía feo”. La respuesta de Patricia fue de antología. “Le dije: ‘mira, tú me das una carpa, yo los pongo a todos en el jardín, si quieres los escondo, pero a todos los voy a atender’”.

De todas las especialidades, la oncología debe ser la que está más cerca de la muerte, de las preguntas complicadas, de las respuestas imposibles pero para Patricia incluso ahí, o sobre todo por eso, el optimismo es un imperativo.

“Cuando ya han asimilado que hay posibilidades de morir, me dicen ‘doctora, ¿usted no me va a dejar morir con dolor, no?. Pero antes de eso la esperanza está dada por una sola palabra: saber que si tienen aunque sea un 1% de posibilidad de mejorar van a recibir algo para tratarse. Es importante que los pacientes sepan y sientan que puedes hacer algo por ellos”, aclara.

Patricia tuvo que dejar esa cercanía con las historias de casi 70 pacientes que atendía diariamente para ir a un espacio donde debe decirle “no” a cada rato a colegas que exigen se les apruebe medicamentos para prescribir. “El trabajo de nuestra oficina es investigar y verificar si los medicamentos que solicitan los médicos es lo mejor para el paciente”. Su equipo está integrado, en su mayoría, por mujeres biólogas, químicas y médicas, quienes, para investigar y ante la falta de recursos, usan también el repositorio ruso Sci-Hub, que cuenta con millones de artículos científicos de todo el mundo. Hasta el momento, ya ha emitido unos 150 informes sobre el uso de los medicamentos.

La dirección del IETSI es un cargo que le hace feliz por los resultados que obtiene y porque siempre será emocionante debatir una posición sobre un medicamento, sin embargo, la doctora es consciente de que, aún siendo un puesto técnico, todo puede cambiar. Pero eso no le quita el sueño. “Siempre puedo retornar al consultorio y seguir siendo feliz mientras pueda ayudar a la gente”, dice con la sonrisa que acompañó toda la conversación y que parece ser un sello personal de cómo enfrenta la vida.