Se llama Paola Gaviria pero para el mundo es Powerpaola, un nombre que surgió de una anécdota en un viaje a París pero que ella interpreta como señal que calza a la perfección con la identidad de esa mujer valiente que es y que se construyó enfrentando sus propias inseguridades durante su descubrimiento personal como artista.
Ahora es una de las historietistas más influyentes de Latinoamérica, cuya obra nos permite reflexionar -en esta época de cambios y deconstrucciones- sobre el legado del arte autobiográfico en las luchas feministas.
Acercarse a sus historietas es encontrarse con relatos de la vida cotidiana, con experiencias personales, y también con sueños de escenas surrealistas, metáforas poéticas que demuestran una libertad creativa inagotable. Las historias de Powerpaola, ofrecen la posibilidad de construir una propia mitología, invitan a convertir nuestras historias en eventos emotivos y universales, donde habrá alegrías, encuentros, tal vez drama, dolor y desgarro, pero también una memoria que cambia y permite reconstruir la propia historia.
Powerpaola, que se identifica con el poderoso lema del movimiento feminista en los setentas: “lo personal es político”, desarrolla temas como la sexualidad, familia, amistad o identidad, con un enfoque que nos permite proyectarnos en ese universo en el que transitamos con nuestras propias vivencias, a veces no de forma consciente, y en el que ejercemos o cedemos poder, tomamos decisiones a partir de nuestro propio estilo de vida y ponemos a prueba nuestros discursos sociales.
Tal como Marina Abramovic, Frida Kahlo, Louise Bourgeois o la novelista gráfica Phoebe Gloeckner, entre muchas otras que trabajan a partir de la experiencia personal, en muchos casos traumática, el ejercicio artístico de visibilización y reivindicación que desarrolla Powerpaola trae a la memoria cuando en el año 2016, a través de un grupo de Facebook, miles de mujeres comenzaron a compartir sus propias experiencias con violencia machista.
Ese año, en toda Latinoamérica, se realizaron algunas de las marchas más importantes de mujeres y partiendo de la historia personal de las más visibles se vio quebrado el velo de silencio en donde se camuflaban diversas formas de violencia que mantenían en sumisión a las mujeres en un sistema perverso que sigue en proceso de deconstrucción gracias a los movimientos feministas.
Así como Virginia Woolf, en Una habitación propia, nos mostraba cómo el poder impuesto desde el patriarcado era opuesto a lo femenino, con su arte autobiográfico Powerpaola pone nuevamente en evidencia la necesidad de retomar los espacios y proponer una nueva cosmovisión. Así, mediante la memoria personal, la artista evidencia situaciones de injusticia, comportamientos opresivos o desigualdades de la sociedad.
Si durante años, las mujeres han sido desprovistas de textos o modelos a seguir y en esas circunstancias es casi imposible poder tener la capacidad de ocupar un lugar, tener un discurso y que este sea legitimado, el aporte que nos dan las historias autobiográficas es que estas se inscriben en un espacio que pueda revelar las experiencias colectivas.
De ahí que entre Virginia Woolf y Powerpaola nos queda la motivación de seguir cultivando el conocimiento y que este conocimiento sea compartido en trabajo comunitario. El sistema capitalista masculino, nos ha vuelto cada vez más individualistas y la vía que tenemos para poder cambiar un poco la sociedad empieza en el tejido de nuestras relaciones personales.
Escribe: Nicole Hurtado
Imagen: Rafael Roncato