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Rita Segato: “La pluralidad de voces dentro del feminismo es su fuerza y no su fragilidad”

Antropóloga, feminista, investigadora, conferencista internacional y profesora universitaria. Rita Laura Segato ha hecho de su larga trayectoria en el mundo académico un ejemplo de consistencia en el discurso y de apertura a la discusión de ideas. Es, ante todo, y sobre todo, una mujer que defiende la pluralidad y promueve la empatía como característica imprescindible de la actividad intelectual.

De visita en Lima, con motivo de la Feria Internacional del Libro 2019,  para participar en varias conferencias  y compartir sus reflexiones sobre los retos del feminismo en Latinoamérica y las nuevas violencias contra las mujeres- temas que han formado parte de sus campos de estudio e interés por más de 30 años- recibió a MQT en la misma mañana de su llegada.

Un  problema con su computador portátil –algo no menor para quien concentra allí mucho de de su trabajo-la ha mantenido alerta y con poco descanso desde temprano. Es lo primero que nos comenta antes de empezar la conversación. Y  el ejercicio de salvar sus archivos le ha permitido reencontrarse con vídeos y audios de la Rita de hace 15 años, nos cuenta.  Ha sido una noche larga y una mañana que empezó tensa pero ahora con una leve sonrisa,  dice: “Encontré el audio de una conferencia y mientras me escuchaba pensé en cuánto he cambiado. Era mucho más humilde en ese tiempo, cuando hablaba.  Ahora ya pierdo más la paciencia y no soy tan simpática como antes”, dice haciendo una autocrítica que parece demasiado dura y poco real  frente a lo que muestra mientras dura nuestra charla.

Rita es una conversadora experta, fluida,  con dominio de los temas y, aún así, siempre habla desde la sencillez. Se apresura a decir que no tiene todas las respuestas, que tiene miedo de repetirse después de haber hablado tanto de lo mismo. Y sin embargo, siempre trae nuevas luces a una discusión tan urgente como compleja: la de las violencias contra las mujeres, la de los feminismos que se hacen sentir.

Así en plural, Rita define y  desmenuza. Nunca lo hace con sermones sino con explicaciones minuciosas,  como la esmerada  profesora que seguramente es en la Universidad de Brasilia, donde dicta cátedra. De talante sereno y siempre atenta a los detalles, se reconoce como una mujer directa y dice que con el tiempo se ha vuelta hasta ´bestial’, por ejemplo, cuando habla del criollo, al que también ha estudiado mucho y del que tiene una mirada cargada de conclusiones tan lapidarias como esclarecedoras para entender nuestro panorama.

“Recuerdo la primera vez que dije que el sujeto criollo fundador de nuestras repúblicas es racista, misógino, homofóbico, transfóbico . Vi al público y es  como  si le hubiera lanzado un golpe en el estómago. Pero al pasar unos segundos, lo entendieron”, dice recuperando en su gesto la sorpresa que le provocó esa primera respuesta de asombro y luego el asentimiento de su audiencia ante una verdad incómoda.

Han pasado más de dos décadas desde esa anécdota y Rita no se ha detenido en su afán de observar para entender. Sus investigaciones y ensayos han abordado ampliamente  no solo la situación  de la violencia de género sino la cruda realidad del racismo, otro tema igualmente delicado y persistente en nuestra región. “La gente no quiere escuchar hablar de raza. Duele porque, en nuestro continente, todos somos racializados. Todos sin excepción. Somos el paisaje que habitamos o, más bien, somos el paisaje que nos habita”, dice y sus palabras quedan resonando como una sentencia.

Ya sumergidas en el universo temático del género que tantas interrogantes genera, Rita hilvanará con la maestría de una especialista los hitos históricos que han determinado la violencia que nos azota y los retos de esa fuerza volcánica feminista  que viene gestándose desde hace 70 años. “En el pasaje a la colonial modernidad, la mujeres perdimos politicidad, algo de la gestión de la vida que siempre hicimos-el cuidado, por ejemplo, que para mí  es tarea política, dejamos de percibirlo como algo social”, dice marcado distancia con las posturas de otras autoras feministas que colocan a las funciones de cuidado como trabajo que debería ser monetizado y retribuido.

Luego continúa: “Al transitar hacia la vida de Estado, el trabajo de los hombres se transforma en todo el trabajo político y el trabajo de las mujeres se  transforma en un resto de la política, en vida íntima. Y es por eso que no podemos obtener justicia. Porque todos los crímenes contra nosotras son vistos como un crimen menor.”, dice.

Ahora, es el momento de recuperación de esos espacios perdidos. “El feminismo es una nueva forma de hacer política. Es el retorno a esa politicidad.”, dice. Las mujeres saliendo a las calles como expresión de ese movimiento forman parte de ese proceso de largo aliento que, en la Argentina, se inició en encuentros de mujeres y en otros puntos de la región se concretó en la formación de colectivos organizados y de progresivo crecimiento. La búsqueda común: recuperar ese espacio de toma de decisiones no  solo para la reivindicación de la soberanía sobre los cuerpos sino como  la propuesta de un nuevo orden que sea más democrático y representativo de la sociedad. “Fue un proceso de fermentación larga, que en Argentina, por ejemplo, ha tenido una característica: la no permisión a la existencia de vanguardias. Abierto a todas las voces, incluso a las religiosas”, dice.

Por eso Rita, defensora de la pluralidad y del debate interno,  reconoce el término ‘feminismos’. La gran preocupación ahora es cómo mantenerlos, cómo alejarse de las disputas: “Una de las cosas que mejor debemos  percibir y controlar en nuestro movimiento es que hoy  la ansiedad por protagonismo es la  mayor de todas. Es un gran error y coloca en riesgo nuestras grandes conquistas. Yo creo que la pluralidad de voces y presencias dentro del feminismo es su fuerza y no su fragilidad. Lo hace intenso, lo hace dramático y nos convoca a debatir entre nosotras. Si no tuviera esa pluralidad sería menos interesante. La intensidad se la debemos a esos debates al interior. Tenemos que considerarlos un valor y no un defecto”.

Desde la reflexión de Segato,  la proximidad en la lucha, la vincularidad, aunque sea conflictiva y  la percepción de que estamos construyendo juntas sin perder-las peculiaridades de los diversos sectores-, son las principales herramientas con las que el movimiento cuenta para seguir avanzando: “Lo más importante es percibir que hay un mundo en ebullición histórica, que es el mundo de las mujeres”.

Su balance es positivo,  aunque reconoce que hay que mantenerse alerta: “El riesgo es querer tomar el poder del patriarca para continuar con lo mismo, con la vida patriarcal y sus características pero con otros cuerpos. Eso no tendría sentido para mí. Yo quiero una mayor imaginación histórica”, reconoce y luego manifiesta sus reparos sobre la participación que se debe esperar del Estado: “La idea de que desde el Estado vamos a reorientar la historia en la dirección de un tiempo más benigno para más gente, no toma en cuenta que ese Estado con sus estructuras que son patriarcales, nos va a tomar a nosotras. Va a modificar las maneras en que actuamos”.

Nosotras, dice,  ‘sabemos hacer de otra forma’. Y es desde ese espacio, desde esa cocina de la política- en clave feminista- un espacio de convivencia, deliberación y toma de decisiones, que se debe empezar a construir una nueva política, basada en la reconstrucción del tejido social. “Lo que nos queda es ver cómo esa cocina de la vida será capaz de sostener el futuro de la gente. El peso de la responsabilidad de esa transformación cae en manos de las mujeres”. Ese reto vive ahora su momento más importante.

Acelerar esos procesos de cambio para lograr una verdadera democracia depende de la convicción colectiva que se construye desde el conocimiento, desde el debate plural y desde la libertad de elegir.  “Es necesario hacer circular las palabras y los discursos. La palabra es un espejo de lo que está sucediendo. Y hoy tenemos un problema muy serio de circulación.  Hay un muro de comunicación virtual en medio. Los que nos comunicamos de un lado de esa malla, no somos capaces de atravesar nuestros discursos hacia el otro lado. Y es en eso que tenemos que poner nuestras inteligencias para poder levantar esa muralla y que la comunicación circule en el planeta de verdad. Solo así la gente va a poder elegir las palabras que le sirven de espejo, las que  expresan su situación”.

Y ese camino vamos transitando,  con las incertidumbres propias de un proceso en curso pero con la convicción clara de que hay tareas pendientes en las que hay que insistir.

Escribe: Claudia Blanco

Video: Carlos Ormeño