Mientras acomoda alrededor de su cuello el pañuelo verde característico de la campaña por el aborto legal, Sofía Brito dice: “No puedes hablar tan fuerte, no te puedes dedicar a la política, no puedes ser la dirigenta. Descolocar un poco el rol femenino siempre ha sido complejo para mi, pero también un despertar social y parte de mi exploración en el movimiento feminista”.
La joven miembro del Frente Amplio chileno, visitó por primera vez el Perú para participar del foro internacional: Contribuyendo a la construcción de feminismos interseccionales por los 40 años del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. Estuvo tres días en Lima para conocer de cerca cómo se organizan y se relacionan las feministas en esta parte del continente. Mujeres que transforman conversó con ella, quien con tan solo 25 años tiene una historia con varios matices para compartir.
Le tocó ser la hermana mayor, la más racional, la que tenía buenas notas en el colegio y a la que nunca le importaba cómo se vestía. Portar un cuerpo femenino pero una identidad alejada del estereotipo supuso una connotación social que Sofía muchas veces trataba de pasar por alto. Sin embargo, no impidieron que viviera la violencia del machismo.
Una vivencia personal le permitió darse cuenta de cómo la significancia del cuerpo de una mujer en el espacio público es distinta a la del cuerpo de un hombre: ella y otras universitarias denunciaron por acoso al ex profesor y ex presidente del Tribunal Constitucional, Carlos Carmona. El caso motivó la extendida toma feminista en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile en el 2018. Una lucha que culminó con la suspensión del académico.
A raíz de esta protesta sin precedentes, que resonó en otras regiones del país, el feminismo que conocía Sofía se volvió una palabra común en la opinión pública. Desde ese momento, en ella quedó claro que este movimiento se debe pensar como una necesidad para emanciparnos en el siglo XXI.
Aunque la política era para Sofía casi un legado familiar- su abuelo, su padre, sus hermanos, los primos, incluso su bisabuelo, militaban en el partido socialista- el feminismo fue un gusto adquirido durante sus años universitarios.
En el 2011, Chile vivía una serie de manifestaciones realizadas a nivel nacional por estudiantes universitarios y de secundaria, consideradas como las más importantes de los últimos años desde el retorno a la democracia. Motivada por esas muestras ciudadanas, decidió dejar la carrera de música en el Conservatorio y las horas que le dedicaba al clarinete para estudiar leyes.
Hasta ese momento, Sofía reconoce que el feminismo solo se discutía en su entorno desde una perspectiva puramente cultural, sin la potencia del discurso político que alcanzaría años después.
La joven estudiante se acercó al trabajo académico de las feministas negras, además de algunas filósofas chilenas que la guiaron en este despertar. Y aunque sabe que cada generación feminista tiene una perspectiva distinta, Sofía Brito recoge el desafío de mejorar los puentes de comunicación, potenciar los puntos comunes del trabajo que realizan las diferentes redes de mujeres y lograr la configuración de un movimiento feminista internacional.
Además de la política, la literatura ha sido para Sofía, también, un punto de encuentro donde se generan preguntas detonadoras y se gestan las voluntades de transformación. Su poemario “Furias Callejeras” fue además una herramienta que le permitió entender con más claridad lo que viviría después.
“La idea de escribir siempre estuvo muy presente en mi familia. La literatura aparece como un desborde de emociones y me da la posibilidad de explorar otras voces que llegaban de forma diversa”, dice Sofía para luego agregar en tono entusiasmado que los últimos cien soles de esta visita los ha invertido en algunos libros peruanos.
De su participación en el foro que la trajo a la ciudad destaca la diversidad cultural feminista que ha visto en las dinámicas de discusión local. “Para mi fue importante ver cómo las mujeres indígenas o afros pueden empezar a trabajar desde sus diferencias, conocer la historias como la de Gaela, una mujer trans que viene de Ica y que no puede titularse con su nombre social. Este tipo de experiencias son muy valiosas”, dice Sofía.
Escuchar hablar de la sexualidad en esos mundos donde para las mujeres es mucho más complejo, en comparación con una mujer que tiene privilegios de clase, raza o educación, sin duda, es un aliento para su lucha y la de todas.
Además, cree que formar y tener organizaciones feministas que cuentan con una trayectoria importante y vigente, dan la posibilidad de que haya un punto de encuentro y diálogo común que muchas veces se pierde en América Latina. “Ese valor hay que mantenerlo, compartir las experiencias, escribir sobre eso y llevarlo a la memoria colectiva para las compañeras que vienen”, finaliza Sofía antes de abordar su vuelo de regreso a casa.
Escribe: Joselyn Leyva y Claudia Blanco
Imagen: Flora Tristán