Lilia Calmet ha dedicado 21 años de su vida a brindar educación en las aulas. Lo ha hecho como docente en colegios privados y públicos. Pero también ha diseñado currículos escolares, ha capacitado a profesores y ha impulsado proyectos educativos que buscan formar mejores ciudadanos desde la escuela. Hoy promueve que desde las Instituciones Educativas se tenga un adecuado clima escolar para que los alumnos aprendan a convivir en diversidad, con sus diferencias y reconociéndose, el uno al otro, como sujetos de derecho.
“Las Instituciones Educativas deben aportar a crear mejores ciudadanos: que participen en su comunidad y entiendan su responsabilidad política. No en el sentido partidario, sino involucrándose en su sociedad. Por eso es fundamental el aprendizaje de la ciudadanía desde el colegio”, dice Calmet.
La educadora ha luchado durante más de dos décadas para lograr que las personas, desde el colegio, sean capaces de vivir en una sociedad intercultural, aceptando que todos somos de diferentes religiones, culturas, género e, incluso, de distinta sexualidad.
“La escuela es un lugar propicio para que podamos convivir con personas diferentes a nosotros, que no provienen de nuestras familias, que tienen distintas culturas, diferentes maneras de ver el mundo y, al convivir con ellas, aprendemos tres grandes competencias. 1) Reconocernos los unos a los otros como sujetos de derecho. 2) Deliberar en asuntos públicos para generar pensamiento crítico y se con capacidad argumentativa; y 3) generar un mayor bienestar para todos”, afirma Calmet, al asegurar que durante mucho tiempo, la escuela, no ha desarrollado estas ideas y por eso se ve una sociedad con casos de discriminación racial y sexual; o ausencia de valores.
“Los profesores debemos confiar en que los estudiantes, con un buen acompañamiento, pueden sacar lo mejor de sí. Yo creo que cuando un ser humano se reconoce termina siendo una mejor persona que aportará a su sociedad, que no discriminará, que evitará caer en prejuicios, estereotipos o en roles específicos que no ayudan en nada. Una de las cuestiones más importantes que tenemos que desarrollar es la equidad en todo el significado de la palabra”, señala. ¿Cómo lograrlo? Cambiando –asegura- algunas cosas, como la cultura escolar, donde la escuela brinde un ambiente propicio para crear buenos ciudadanos.
“Como hoy está la escuela, mucho, no va a ayudar. Queremos que la gente sea tolerante y respete la diversidad, pero muchas escuelas no son tolerantes ni generan una cultura donde la diversidad sea respetada y sea bienvenida. Un ejemplo: Cuando un niño hace bulling, lo que realmente está haciendo es rechazar la diversidad, porque le molesta o tiene prejuicios o no se le ha enseñado a convivir con ella”, señala.
Calmet recuerda que muchas veces, en la cultura escolar, se habla de tolerancia, pero esa tolerancia está solo en lo teórico. Queda en cursos de educación cívica y no se lleva a la práctica. Un ejemplo de que la diversidad molesta es que los alumnos deben asistir a clases vestidos iguales: hombres con corte escolar y uniforme único. Niñas con moño en el cabello y falda: “Parecerá un ejemplo tonto pero no lo es, en muchas escuelas se busca homogenizar a los chicos y no potenciar sus propias características”.
“Nosotros los docentes generamos una cultura donde todos seamos iguales, o todos pensemos lo mismo. Así es muy fácil que los chicos discriminen. A eso me refiero con que hay mucho por trabajar en la cultura escolar. La ciudadanía parte porque desarrollemos autonomía en la toma de decisiones y posiciones. Y hay practicas escolares que no ayudan en esto”, señala la experta.
Mucho por hacer
La escuela en general –asegura Calmet- no ha trabajado en profundidad el tema de ciudadanía. Se creyó que es tener un curso, de una vez por semana donde se le da al alumno información sobre las estructuras y los poderes del Estado, que es importante, pero solo eso no basta. “Se debe formar de manera integral a las personas y eso implica no solo darle conocimientos, sino formarlo en competencias que logre interiorizar, así como algunas habilidades cognitivas y valores”, dice.
“La escuela tendría que generar un ambiente donde los chicos aprendan a vivir y valorar la diversidad. Diversidad étnica, lingüística, de intereses, de religión, de orientación sexual, y vivirla para que cuando salgan a la sociedad, puedan ser tolerantes. Por otro lado, creo que los maestros podemos, en una ambiente de amabilidad, trabajar con los estudiantes en el desarrollo de su autonomía emocional, en su toma de decisiones para la vida, pero también autonomía de pensamiento”, señala.
Y antes de culminar, señala: “El desarrollo del pensamiento crítico, que es tan difícil de desarrollar, me parece que es esencial. Esa es la base para tener ciudadanos que puedan vivir democráticamente teniendo como principio la interculturalidad, la equidad de género, reconociendo los derechos de todos. La escuela puede ser la base para que los ciudadanos puedan deliberar sobre los asuntos públicos que nos convoquen a todos”.
Escribe: David Gavidia