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Pamela Stewart, educando desde el arte

“Soy una persona que cree en el bien común y por eso hago teatro”, dice Pamela Stewart y sus palabras son toda una carta de presentación. Productora de teatro, cine, televisión y conciertos desde hace 20 años, comenzó con un videoclip para el grupo musical La Sarita cuando todavía estudiaba Comunicaciones en la Universidad de Lima y desde entonces nunca más se detuvo.

Desde hace algún tiempo, el teatro ocupa el centro de su producción profesional. Toma únicamente proyectos que narren las historias que a ella le interesa narrar, ha trabajado con una riquísima variedad de directores con una larga trayectoria, -como Rocío Tovar- y con otros más bien jóvenes, -como Daniela Lanzara-. Para la televisión, produjo programas como Pataclaun o El Santo Convento e insiste en que las mejores cosas empiezan con ideas muy simples. Pero, por encima de todo, cree en el acto de la creación colectiva teatral, asociada a la escucha y a ponerse en los zapatos del otro.

Mucha de la visión sobre la que se sostiene el trabajo de Pamela parte de la intención de educar. Piensa que solo al mostrar experiencia de vida, ya sea como un espejo de la realidad en que vivimos, para hacer un llamado a la reflexión y la curiosidad, para guardar recuerdos placenteros, o para lograr una catarsis colectiva, ya haces una diferencia y educas. “Llevas a la gente a preguntarse qué desea de verdad y a la vez a ponerse en el lugar del otro, o a imaginar mundos distintos de ese que forma parte de su día a día. Es imposible desligar el arte de la educación.”

Además, -y a pesar de haber producido obras tan duras como Las Mujeres de los Nazis- prefiere la Comedia al Drama; porque cree en tomarse las cosas con humor, en el poder del juego, el disfrute y el placer. Le pregunto entonces por qué una producción como Pataclaun resulta educativa y me dice que es “porque pudimos ver nuestras miserias como peruanos y reírnos de nosotros mismos. ‘Sí, pues, me baño con una tacita de agua, se me corta la luz’. Y con ello se produce la catarsis.

El teatro infantil es otro de los espacios en los que Pamela ha incursionado siempre con un enfoque que va más a llá de lo común. Intenta que en sus obras infantiles se ofrezca una que también involucre un disfrute para los papás. “Por ejemplo, en Fabulatas, hay una antesala de media hora donde el niño pinta con su papá, -lo cual ya casi no se hace- y sesp ayuda a que los ponga a un ritmo que nos beneficie para el disfrute del montaje.”, dice.

Se trata de poner a padres e hijos a un mismo nivel. También se busca que los papás sientan que eso mismo que van a experimentar al teatro, pueden reproducirlo en casa. “Y entonces pasan cosas muy bonitas, como que el papá o la abuela nos mandan fotos pintando en el piso con sus niños”.

Pamela se siente fuertemente atraída por lo que despierta a sus sentidos: mezcla teatro, danza, música e incluso circo. También disfruta de lo que podríamos tildar como la plasticidad de una imagen; un concepto muy sencillo pero visualmente poderoso. “Uno de los montajes más bellos que he visto en mi vida fue llevado a escena por una pareja de franceses. Contaban una historia con una caja y aviones de papel. Otra vez vi a alguien contar una historia únicamente utilizando sus dedos. Ser capaz de lograr eso me parece maravilloso.

Aunque la productora lamenta que no se puede llegar a realizar todos los proyectos teatrales que uno quisiera, la búsqueda es siempre la misma y es muy clara: Generar juego, placer, creatividad, experiencias que llenen los sentidos en una lucha imbatible contra el estancamiento cultural y de valores que nos llegan por medio de los programas de la TV nacional La lanza en esta lucha es el espíritu tribal del teatro.

 

Escribe: Raquel Niego