Vivian Zuñiga tenía solo ocho años cuando empezó a conocer las historias y las realidades de un territorio ávido de talento transformador. Mientras su padre, médico de profesión, visitaba las comunidades de Áncash para realizar sus estudios sobre distintas plantas medicinales, ella aprovechaba para escaparse a conversar con los ancianos de los centros poblados. Allí aprendió sus primeras lecciones sobre la riqueza y variedad que ofrece la tierra peruana.
Las mujeres, siempre expertas en aprovechar al máximo los alimentos, le hablaron los esos granos bandera de propiedades múltiples, del tocosh, una papa fermentada cuyo olor a descompuesto perturba incluso a los ancashinos, pero que fortalece el sistema inmunológico. “Me contaban que el tocosh les ayudaba en los partos, porque les brindaban más calorías para que pudiesen dar a luz con mayor facilidad”, recuerda ella. Vivian empezaba a imaginar cuanto más podría tomar de toda esa sabiduría ancestral. Pronto, elegiría este camino de la investigación en biodiversidad como misión de vida.
En el 2012, cuando ya cursaba sus estudios de Ingeniería de Industrias Alimentarias en la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, le rendiría homenaje al producto rico en penicilina natural. Se presentó a un concurso organizado por la minera Milpo, en el que todos proponían negocios de lencería o de abarrotes. Ella, sin embargo, levantó la mano para proponer la harina de tocosh: “Me miraban raro, me decían que estaba haciendo las cosas mal, pero yo sentía que lo estaba haciendo bien”. Y lo intuyó bien, porque aquel año, su propuesta ganó.
Ese fue solo el empujón que necesitaba para empezar su precoz carrera empresarial. Un camino que no inició sola: para ese entonces ya se había juntado con trece mujeres, con las que fundó la Asociación de Mujeres Productoras de Kollca. Luego vendría la fundación de la empresa del mismo nombre, un emprendimiento dedicado a la revaloración de los productos andinos, como el tarwi, la quinua, la kiwicha, el tocosh, entre otros. Para distribuirlos, abrió los biomarkets Perutambo, un negocio que ya cuenta con dos sucursales.
Vivian no eligió a mujeres para su primer emprendimiento por pura casualidad. “Vi que no solo había varones en la agricultura, sino también mujeres. (…) Justo yo percibí que hacían doble trabajo (en la chacra y en la casa). Conocí realidades de mujeres cuyos esposos murieron y ellas tuvieron que quedarse al cuidado de sus cinco hijos”. Posteriormente, la asociación también incluiría a hombres y pasaría a tener el nombre que tiene en la actualidad: la Asociación de Productores de granos andinos de Ancash –Kollca.
Otra de las realidades que Vivian quiso replantear fue la producción agrícola pensada solo para vender fuera, sin aprovechar localmente los nutrientes de sus alimentos. “Por el 2013, hubo un boom de la quinua en Áncash. Les regalaron maquinaria y todo eso. Pero cuando les pregunté qué tipo de platos consumían con la quinua, me dijeron que solo producían para vender. La quinua es uno de los alimentos que tiene todos los aminoácidos completos que ayudan a disminuir la anemia y la desnutrición”, comenta. Por eso Kollca nació con la finalidad de sembrar sus productos, consumirlos y vender los excedentes.
Pero en ese proceso de encuentro con las comunidades, no todo fue sencillo. “Habían perdido la confianza. Decían: ‘Llegan las instituciones, nos dicen hay que trabajar, nos ilusionan cinco meses y luego desaparecen’. El agricultor perdía la esperanza”, cuenta Vivian, ahora más tranquila por haber logrado vencer ese obstáculo.
Su perseverancia, característica presente en su corta pero fructífera historia, se puede resumir en una frase suya: “Nunca perdemos: aprendemos o ganamos”.
Fue ese optimismo, junto al respaldo de sus padres, el que le ayudó en el 2013 a ganar el Rocoto de Oro, el premio de APEGA (Mistura) a las iniciativas de manejo sostenible de la agrodiversidad. Dos años después, en el 2015, Sierra Exportadora (Ministerio de agricultura y Riego) le otorgaría el Premio Nacional Mujer Emprendedora en la categoría ‘empresaria más joven del Perú’. El año pasado y este, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), la invitó para contar su experiencia emprendedora con los productos andinos. Ninguno de estos reconocimientos ha provocado que Vivian se duerma en sus laureles: ahora investiga el tarwi negro (una leguminosa parecida a la soja) para hallar propiedades curativas contra el cáncer. Si no las encuentra, no habrá perdido, simplemente habrá aprendido.
Andy Livise
Periodista. Escribe en Utero.pe