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Mujeres Que Transforman es una plataforma que busca visibilizar los emprendimientos que realizan las mujeres en el Perú, así como las problemáticas y desafíos al que se enfrentan día tras día.

A veces estamos acostumbradas en la zona rural a lo que decide el varón, pero ahora debemos pensar distinto

La de Amelia es una historia que se repite para muchas mujeres de su comunidad en Sicuani. Padres que debían separarse de sus hijos para ir a trabajar a las alturas. “Nosotros éramos pequeños y nos quedábamos solos en Sicuani estudiando. Venían cada mes o cada dos meses”. Entonces un buen día, cansados de ver a sus niños crecer solos decidieron quedarse en casa y empezaron a hacer tejido. Desde entonces son una de las familias alpaqueras de la zona.

“Nos fuimos capacitando y creamos la Asociación La Vicuñita. El primer apoyo fue de una ONG que trabajó en Sicuani en el año 2000. Ellos nos impulsaron para trabajar en equipo y para que tengamos rentabilidad. Nosotros hacíamos a lo que sabíamos nada más pero cuando llegaron, teníamos que presentar planes de negocios, nos llevaron a ferias”.

Fueron tres años de apoyo técnico que según confiesa Amelia, le abrió el horizonte.

“Nos han llevado a pasantías y nos hemos ido organizando mejor”.

Como todo proceso de aprendizaje y crecimiento no estuvo exento de dificultades y retos.

“En una feria nos conseguimos un cliente que nos pidió 50 unidades de chompas y para nosotros era un montón. En eso se acaba un color y fuimos a la tienda y ese mismo color ya no había, había otro color y dijimos no va a cambiar mucho y lo hicimos y el cliente no quiso aceptar la producción. Nos rechazaron y le echaron la culpa a la ONG. Algunas mujeres se fueron porque decían que si no había ganancia estaban perdiendo tiempo”, recuerda Amelia.

De las 30 que empezaron, quedan 20 pero con la lección aprendida.

“Ahora sí hemos evaluado lo que hemos hecho mal y cómo debemos trabajar. Hay cambios. Tenemos que ser personas de calidad para producir prendas de calidad. Primero valorarnos nosotras y luego avanzar poco a poco”.

Amelia sabe que no es fácil porque hay que romper con muchos prejuicios, con demasiado machismo.

“A veces estamos acostumbradas en la zona rural a lo que decide el varón, que es la cabeza, pero ahora que debe ser por igual, que debe haber equidad de género, igualdad en las responsabilidades, debemos pensar distinto”, dice.

Hay que batallar hasta para ir a los cursos porque las voces que se oponen, mayoritariamente masculinas, repiten una y otra vez: “no ganas nada”, “pierdes tiempo”, y menosprecian lo mucho que las mujeres pueden aprender y lograr.

“Lo que yo estoy tratando de hacer yo pienso que sí sirve y por eso sigo luchando para que mi pareja cambie y deje de pensar así”.

El mercado y las posibilidades de crecimiento de la economía local está allí, para hombres y varones. Pero ellas quieren y deben tomar las riendas. “Hay un mercado fijo nacional y aspiramos a llegar al internacional. Nos falta conseguir certificaciones para poder exportar mensualmente aunque sea 20 chompitas”, dice Amalia mirando al futuro con ambición saludable.

“Hay cosas que tenemos que mejorar. Por ejemplo mejorar el trabajo en equipo, seguir creando sistemas para que cada uno tenga una cosa definida que hacer”.

Amelia se prepara para poder seguir creciendo hasta llegar a cumplir con su objetivo.

“En el futuro me veo con una empresa que tenga maquinarias con tecnología y varios trabajadores y pedidos del exterior”.


Amelia forma parte de Organizaciones de Artesanas y Confeccionistas Empoderadas Dinamizan la Economía Local, proyecto financiado por la Unión Europea, y ejecutado por ASPEM, ADEC-ATC e IDL.