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Casi todo lo que nos hemos propuesto lo hemos podido conseguir

Durante 16 años, Natalia Majluf ha sido directora del Museo de Arte de Lima, más conocido como el MALI. Ella acaba de anunciar que deja el cargo para volver a su misión de investigadora. Bajo su batuta, logró convertir al MALI en el espacio público dedicado al arte y la cultura más importante de nuestra ciudad. Sobre sus trajines cotidianos y su relación con el museo conversamos una tarde en su oficina.

¿Cuál es tu primer recuerdo del MALI?
Una visita con el colegio al comienzo de la secundaria, y lo que recuerdo es un lugar muy triste. Mi recuerdo de eso son las cortinas negras y sucias. Y eso me chocó muchísimo. Debe haber sido en la década de los 70 que fue un momento muy duro para el Museo, y es que eso lo supe después; se habían quedado sin recursos.

¿Y de ahí ya volviste para trabajar?
Mi segundo contacto es cuando yo terminé mi bachillerato de historia de arte, y entré a hacer unas prácticas. Primero el 88 y luego volví el 90 cuando estaba haciendo la Maestría. Ahí conocí un poco el Museo y sus necesidades. Y siempre pensé que era un lugar con un potencial enorme, tenía todas las ventajas: la ubicación, un edificio espectacular, una colección que con sus carencias era sin duda una de las mayores colecciones públicas del país y que además tenía una gestión privada, que podía ayudar a que no fuera afectado por los vaivenes de la política.

Luego volviste para ser Curadora.
En marzo del 95 entro como curadora en jefe. Yo lo pedí. Ser el principal curador de todos los curadores.

¿Cuántos curadores tenía el MALI?
No había otros curadores, así que era jefa de mí misma (risas)… y tomó muchísimos años tener tres curadores de planta. Uno precolombino, otro de arte republicano y de arte contemporáneo. Así que ahora somos cuatro.

Debe haber sido difícil.
El patronato era presidido por Walter Piazza, que debe ser recordado como una de las figuras claves en la modernización del museo. Un empresario con una visión muy moderna, muy distinta a la que a veces vemos en nuestro entorno.

Todo el mundo conoce el MALI pero nadie sabe bien si es público o privado.
El Mali es un espacio público. Y ese es un tema que hay que repensar en el Perú, y se asume que lo público se construye solo desde el Estado, y este museo es una muestra que lo público se puede construir desde cualquier lado. El local es de la municipalidad de Lima y ese es su aporte, las inversiones en infraestructura desde los años 50 hasta la última del 2015 y la ampliación que viene es del Estado.

¿Y si viene un alcalde loco los puede desalojar?
Teóricamente me pueden decir “se van”, pero hay una ordenanza que dice que el local debe tener un fin similar al nuestro, así que está difícil porque tendrían que sacar al Mali para poner algo parecido y eso no hay.

No me contestaste de quién es el MALI.
El MALI no es de nadie. Es una asociación privada sin fines de lucro en el modelo norteamericano, la sociedad civil organizada que se junta para hacer una institución de servicio público. Ahora las colecciones son de la asociación pero si algún día se disuelve, esas obras pasan al Estado. Su gran ventaja es la autonomía, que es la que nos permite construir proyectos de largo plazo.

¿Ha sido complicada la relación con el Estado?
Yo puedo decir que hemos logrado muy buenas relaciones con distintos funcionarios de los distintos gobiernos. Ahora siempre hay funcionarios muy particulares que tienen ideas propias y que no entienden el tipo de relación que tienen que establecer con la sociedad civil, pero no me puedo quejar. Por ejemplo, ahora estamos trabajando con la Cancillería, Comercio exterior y Cultura para la expo en el Reina Sofia.

Es una respuesta muy diplomática.
Tú sabes que uno se encuentra con personas difíciles y complejas en todos los espacios. Eso es parte de la vida (risas).

Hablando de temas complejos, ¿por qué más de una vez se cuestionó la apuesta por el arte contemporáneo del MALI como elitista?
Dentro y fuera del Patronato se pensaba que solo debíamos dedicarnos a cosas antiguas. Pero eso se ha superado. Nuestra colección de arte contemporáneo es una de las mayores de la región y siempre lo tuvimos desde los inicios con las esculturas de Roca Rey y las pinturas de Tilsa en los 50, y las expos de Arte Nuevo en los 60, o del Grupo Chaclacayo en los 70. Pero debo decir que el impulso vino con la presidencia de Juan Carlos Verme, quien es un apasionado y un gran conocedor del arte contemporáneo.

¿Pero qué piensas de esta crítica?
Me enfurece cuando se asocia el arte con elitismo, porque es un prejuicio de quien lo afirma. Y cuando una persona, o un funcionario público, o un empresario o el dueño de un medio dice eso está convirtiéndolo en elitista. Y eso me enfurece al igual que cuando se considera que lo cultural es válido si es algo asociado a lo popular, lo que es una instrumentalización.

¿Pasados más de veinte años en el MALI qué no pudiste hacer?
Al final del día casi todo lo que nos hemos propuesto lo hemos podido conseguir. La ampliación la comenzamos a pensar en los 90 y se concluyó en el 2015.

¿Pero habrá algo que no se pudo?
Me ha faltado hacer muchas cosas y hay cosas que me gustaría completar: haber formado más personas; por acá ha pasado mucha gente y fuera he tratado con diversa suerte. Hay mil cosas por delante que se pueden hacer pero después de 25 años siento que a lo mejor necesitamos cambios que yo no soy capaz de ver. Porque yo creo que si bien la continuidad es importante y permite los logros que hemos conseguido, también es importante la renovación porque permiten crecer y refrescarte.

Natalia, siempre se te vocea para el cargo de Ministra de Cultura. ¿Te gustaría serlo?
No lo sé. No es un trabajo envidiable, tiene serias limitaciones y exige enormes sacrificios. Tengo una preocupación por cosas que no avanzan y que se deberían hacer desde el Estado, porque no basta con lo que hagamos desde la sociedad civil. Así que yo no descarto que es algo que algún día pudiera ser.

¿Alguna pregunta para la que no tengas respuesta?
Aunque tengo respuestas para muchas cosas (risas), no sé porque no se entiende que tenemos que hacer algo e invertir en la cultura, si todo el mundo piensa que la cultura es algo importante o valioso. Para eso no tengo respuesta.


Javier Torres
Antropólogo.