Las mujeres biólogas pasamos filtros súper fuertes para trabajar en el campo
La bióloga Susana Cárdenas-Alayza ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar y entender a los lobos marinos que habitan en Punta San Juan, una reserva natural en Ica donde también se encuentra la colonia más grande de pingüinos de Humboldt y otra de aves guaneras. Allí dirige las investigaciones y deja sin argumentos a aquellos que alguna vez dudaron de las capacidades de una mujer en trabajos duros de campo.
“En el 2006 postulé a un puesto para trabajar en la coordinación de un proyecto con pescadores pero me dijeron que no podía porque era mujer. (…) Treparse a un bote de pesca por cuatro u ocho días significaba un riesgo para el coordinador si eras mujer, porque implicaba socializar con los pescadores, que no iban a confiar y no se iba a poder cumplir ciertas metas del proyecto. Entonces esa vacante estaba separada para los hombres”, cuenta en su oficina de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, donde estudió biología.
Los privilegios del macho sobre la hembra muchas veces no son asunto solo entre los lobos marinos. Cuando Susana los describe, es inevitable pensar el algunas comparaciones con otras especies: el lobo marino es más grande que la hembra. Se dedica a engordar durante el año para luego arribar a las playas donde se enfrenta a otros machos. Su única tarea es copular con la mayor cantidad de hembras. No se hace cargo de ninguno de los cachorros. La hembra, en cambio, entrega la mayor parte de su tiempo a buscar comida para la cría. Emprende esa faena desde el momento que pare.
Para Susana, hija de un economista y una socióloga que la criaron sin imponer estereotipos. Cuando eligió biología como carrera, algunos familiares intentaban convencerla de que mejor estudiara medicina. Sus padres, no. Ellos nunca se opusieron a la elección de su carrera. Por eso Susana ha crecido instintivamente con el chip de la igualdad.
El machismo apareció en esos años universitarios en los que empezó a ver que si bien al inicio la carrera parecía todo en igualdad, al ir avanzando eran cada vez más los directores de laboratorios hombres. «Había una o dos mujeres que dirigían y se notaba que habían tenido que estar luchando con eso», recuerda. Y ya una vez fuera de las aulas, a veces los colegas hombres advertían como disuasivo las dificultades del trabajo de campo. Por ejemplo, con lobos marinos, compromete cargarlos, caminar temerariamente sobre las piedras, romperse la vestimenta y levantar pesados equipos. Susana aceptó el reto de estas faenas que requieren de fuerza física y que se asocian automática y erróneamente solo a los hombres.
Las estadísticas de la Unesco sobre las mujeres en la ciencia revelan que en el mundo solo el 28% de los puestos científicos están ocupados por mujeres.
“He tenido amigas súper capaces pero sus proyectos de doctorados acarreaban trabajos de campo y ahí nosotras pasamos filtros súper duros porque piensan que una mujer no es lo suficientemente fuerte para vivir esa experiencia. Peor si tienes hijos y olvídate si estás embarazada”, revela Cárdenas, quien también tiene un máster en Ciencia por la Universidad de British Columbia.
Ella, sin embargo, la tiene clara. Reconoce sin ningún reparo que ese convivir es sinónimo de tareas duras, pero aclara que la selección de un o una profesional para el trabajo de campo pasa por un aspecto de fuerza, “de masa muscular, no de género”. “He trabajado con chicas súper fuertes y ágiles. Ambos géneros pueden hacer todas las tareas”.
Su vida personal también es expresión de ese enfoque igualitario con el que ha asumido su carrera.
“Mi pareja es el hombre que se queda en la casa mientras yo trabajo. Es un tema que se trata de acuerdos. Por ejemplo, a veces yo cargo algunas cosas porque él tiene una operación a la espalda y no pasa nada”.
Acepta, claro, que su experiencia es sui generis. “Sí he sentido que hay un machismo generalizado y que está metido de manera transversal en la sociedad, lo que limita a las mujeres”. En gran medida, que las cosas sean así pasa por lo que se vive en casa: «las mujeres hemos sido criadas para ser las perfectas, la estudiante perfecta, la mamá perfecta, el cuerpo perfecto, y el hombre para ser más competitivos, pero nunca nos han enseñado a las mujeres a ser valientes».
Como directora del programa Punta San Juan trabaja en “la planificación, supervisión de actividades y de la agenda de investigación”. Afortunadamente ninguna de las biólogas que llegue a trabajar con ella tendrá que preocuparse por ser excluida. Las actividades son gestionadas, más que como la vida de los lobos marinos, como la de los pingüinos: donde el macho y la hembra desarrollan las mismas labores, incluso el cuidado de la cría. Hay especies que valdría la pena imitar más.
Andy Livise
Periodista. Escribe en Utero.pe