En el Perú, como en otras partes del mundo, se viene observando un fenómeno llamado “tubería con fugas” con respecto a la participación de las mujeres en campos científicos. ¿Qué significa esto? Que conforme se avanza en la trayectoria académica científica, se observa una menor participación de mujeres. Así, mientras el 40% de la población estudiantil de carreras de CTIM [1] es mujer (INEI 2010), apenas el 21% de los registros de investigadores en el DINA del Concytec son mujeres. Por temas de equidad, eficiencia y perspectiva en la ciencia, esto no es beneficioso para nadie, menos para un país ubicado en el puesto 117 de 140 en disponibilidad de científicos e ingenieros (WEF, 2015).
¿Por qué ocurre esto? Múltiples causas. Existen etapas a lo largo de la vida de las mujeres en las que se van produciendo ‘filtraciones’ o el alejamiento de las ciencias y de la investigación. En Perú, aún se ha investigado muy poco sobre este tema. Un estudio realizado hace poco en el contexto de los grupos de investigación (GI) de ingeniería mecánica, mecatrónica e informática en la PUCP pretende dar un poco de luces al respecto. En primer lugar, existe una fuga importante durante la infancia, donde se gesta el interés por las ciencias. Las mujeres que llegan a ser investigadoras ingenieras resaltan el no haber tenido un proceso de socialización acorde a los roles de género que tradicionalmente se asignan a las mujeres (o al menos era un modelo en donde la tensión y la crítica estaban presente). Otros factores iniciales importantes también son: el rol de los docentes para motivar los temas de matemáticas y ciencia, el tener algún familiar referente que haya estudiado ingeniería y la exposición temprana a material educativo o recreacional relacionado a las ciencias (desde libros y videojuegos hasta jugar a reparar radios o focos).
Una segunda gran fuga se produce durante la educación superior en donde comienza a formarse el interés por la investigación. Las investigadoras entrevistadas señalaron que la universidad representó una experiencia bastante heterogénea. Por un lado, si bien no han percibido casos de discriminación explícita por parte de sus pares, sí han visto discriminación (a través de comentarios sutiles, bromas) por parte de algunos docentes quienes creen que las mujeres no tienen las suficientes competencias cognitivas y/o físicas para seguir una carrera de ingeniería (vs. sus pares varones). En esta etapa resalta bastante el rol que el docente, sobre todo mujeres, puede ejercer para incentivar a sus alumnas a hacer investigación.
Una tercera fuga se encuentra en los espacios de inicio de formación en la investigación. En este caso, los GI. Por un lado, estos fungen como espacios de transición en donde los miembros desarrollan sus habilidades para la investigación y comienzan a generar publicaciones académicas. Además, la cercanía con pares investigadores y mentores aumenta las aspiraciones educativas para continuar con el posgrado. Sin embargo, los GI también están influenciados por estereotipos de género. A las mujeres se les asocia más con adjetivos tales como ordenadas, organizadas, responsables, líderes – y en algún caso puntual- emotivas. Estos atributos pueden ayudar a algunas investigadoras a asumir la coordinación de proyectos de investigación. Sin embargo, habría que reflexionar un poco más sobre qué efectos pueden tener estas asociaciones en el largo plazo. Por ejemplo, ¿qué tipo de adjetivos suelen ser “mejor vistos” en cartas de recomendación para el postgrado?
Finalmente, una cuarta filtración se produce al tratar de mantenerse en la carrera de investigación científica. Aquí, una parte de las barreras sí aplican para ambos sexos. Si se compara con el sector privado o la “industria”, la investigación académica no siempre es capaz de igualar los incentivos económicos o brindar beneficios laborales como la estabilidad y/o predictibilidad de los proyectos. Y aunque ha aumentado el apoyo a la investigación por parte del sector público, esto aún no es percibido como suficiente. Además, falta fortalecer la cultura de investigación; por ejemplo, falta mayor inversión de capital humano especializado (i.e. gestores de innovación). Mientras que, entre las barreras que influyen solo en el caso de las mujeres están el tener pocos referentes femeninos en posiciones de liderazgo, la dificultad para lograr un balance vida-trabajo y las barreras sutiles que dificultan el ascenso laboral (“techos de cristal”).
¿Es necesario atraer a más mujeres a la senda de las ciencias y al lado de la investigación? Sí ¿Cómo lograr esto? Uno: comenzar desde casa eliminando estereotipos, permitiendo exploración con material didáctico y la realización de actividades relacionadas a las ciencias. Dos: promover la equidad de género en el sistema educativo básico y superior, no permitiendo que los docentes traten de manera inequitativa a hombres y mujeres. Tres: fortalecer grupos de investigación y programas especializados de mentoría que fomenten la investigación entre las jóvenes. Cuatro: promover una mayor inversión económica y en capital humano a la investigación científica en general. Familia, Estado y sector privado tienen bastante chamba para eliminar estereotipos y que el punto de partida de la carrera científica sea más equitativo para mujeres y hombres.
* Esta columna es un breve resumen de una investigación elaborada junto a Julián Mezarina que puede ser leída completa aquí: VER
Fuentes:
INEI (2010). II Censo Nacional Universitario.
World Economic Forum – WEF (2015). The Global Competitiveness Report 2015-2016
Selene Cueva
Integrante del equipo de Plataforma Comadres