Como investigadora he aprendido a partir de la prueba y el error
Hace más de 30 años que Joaquina Albán dedica su tiempo a investigar las plantas del Perú. Es bióloga etnobotánica y maestra universitaria. Sus días transcurren entre las aulas de de San Marcos, la naturaleza descrita en un archivo que ya registra casi un millón de especies y la vista de los amplios jardines del Museo de Historia Natural donde trabaja. “Qué valioso que a uno le paguen por hacer algo que le gusta”, me dice, y empieza el relato de un camino plagado de experiencias y de varias lecciones difíciles que le enseñaron la importancia de la perseverancia.
Si algo supo desde muy joven era que sus logros dependerían en gran medida de su esfuerzo y su capacidad de encontrarle la vuelta a las dificultades. “Yo quería postular a química y farmacia pero al final terminé inclinando mi vocación por la biología. A veces es difícil optar cuando muchas veces vivimos parametrados con ciertas carreras que se supone nos van a dar éxito. Yo vengo de una familia muy humilde, sin muchos recursos económicos. Pero mis padres siempre me apoyaron y me dijeron que no importaba lo que decidiera hacer, pero que lo que eligiera, lo hiciera bien. Y bajo esa premisa he construido toda mi carrera”, cuenta.
Durante su época universitaria, para sustentar los gastos que generaba la carrera, trabajó como profesora en una escuela nocturna y luego como asistente de cátedra de algunos de sus profesores. Cuando formó una familia no renunció a sus objetivos profesionales sino que convirtió a ambos espacios en los focos de su vida. Renunció a los postgrados en el extranjero por estar cerca de sus hijos, pero no frenó su desarrollo profesional. Hizo su maestría y un doctorado en Lima y nunca dejó de realizar sus trabajos de campo: alrededor de 250 expediciones y más de 20.000 ejemplares recolectados en varios puntos del país son la muestra del esfuerzo y del amor por su profesión. El legado de Joaquina y su equipo de investigación será hacer realidad un compendio de la gran riqueza floral de nuestro país, sus usos y beneficios para las comunidades.
Llegar a esa etapa de realización le ha tomado un largo proceso de aprendizaje guiada por su curiosidad y empeño en un espacio en el que en sus inicios había pocas certezas anticipadas. “No tuve en mentores o referentes, que me fueran guiando por un camino llano en la investigación. Soy una autodidacta, que ha aprendido a partir de la prueba y el error. Cambiando y modificando rutas”, dice la docente que ahora es para sus estudiantes esa consejera cargada de experiencia que ella hubiera querido tener.
Madre de dos jóvenes profesionales, Joaquina reconoce que nunca permitió que las dificultades la amilanaran. Perseveró incluso cuando un diagnóstico de cáncer se le apareció en el camino. “Felizmente no estaba avanzado, pero yo tenía el recuerdo de mi madre que murió por eso. Nunca olvidaré cómo lo tomé. Yo misma me asombro de haberlo asumido con tanta serenidad. El día en que se me empezó a caer el cabello le pedí a mi hijo que me rasurara todo. Evité que mi familia sintiera esa pena, ese dolor que yo tampoco quería sentir. Fueron 180 días de tratamiento y luego continué con mis actividades, valorando y disfrutando mucho más cada día, en la conciencia de que la vida es muy frágil”.
Ahora que la botánica es su mundo y la investigación la ruta que ha encontrado para transformar, Joaquina busca devolver al país todo lo que siente que recibió. La investigadora se considera a sí misma un producto positivo del sistema peruano: estudió en colegio público, cursó la carrera en la universidad en San Marcos y todos sus postgrados han sido con becas del Estado peruano. Su retribución es ser docente y portadora del mismo mensaje para sus alumnos: “Si se quiere lograr algo hay que esforzarse y mucho. El tiempo de la siembra para llegar a esas metas no es fácil, pero cuando llega el tiempo de cosechar es muy satisfactorio y una entiende que todo valió la pena”.
Claudia Blanco
Periodista. Editora General de Mujeres Que Transforman.