Cuando iba al mercado de frutas me preguntaban: ¿Y quién va a pagar?
Imagina que es verano, que tus amigos planean sus fines de semana en la playa, que la fiesta llama, que te pasan la voz, que se te acelera el corazón pero decides suspender temporalmente la diversión. Imagina que debes despertar todos los días de ese y otros veranos a las cuatro y media de la mañana y dormir a la medianoche porque al día siguiente deberás despertar nuevamente antes que el sol.
A los 24 años, cuando la energía juvenil no conoce de límites, Azucena Gutiérrez, junto a su hermano mayor, empezó en un pequeño local de San Borja su propia empresa. Hoy, 10 años después, tiene siete sedes de “Disfruta”, una de las juguerías más recomendadas de la ciudad.
Pero nada de esto parece ser casualidad, pues el emprendimiento y el liderazgo los lleva en los genes. “He vivido en una familia liderada por mujeres. Mi abuela materna tenía una bodega, la paterna una juguería. Ambas son mujeres provincianas y han trabajado hasta que ya no han podido”, nos cuenta Azucena en una de las mesas de su local en la cuadra 9 de la avenida de Las Artes en San Borja, donde prevalece el color morado, su favorito.
“Disfruta” nació como un proyecto universitario. La protagonista de esta historia estudió Administración de empresas en la Universidad del Pacífico y presentó su idea como trabajo final. Tuvo una de las notas más altas. Cuando terminó la carrera había que hacerlo realidad pero un problema lo impedía: «no sabíamos cómo lograrlo porque nos faltaba la plata”, cuenta entre risas Azucena.
Ella y su hermano trabajaron dos años y ahorraron hasta poder cumplir su sueño. Entre idas y venidas, altos, bajos y muy bajos (estuvo dos veces a punto de quebrar), llegó a tener hasta 30 locales a nivel nacional, pero fueron cerrando por falta de rentabilidad. Ahora tiene siete en distintos puntos del país y su marca ya es una franquicia.
“QUERÍAMOS SER GRANDES”
Azucena ya no se levanta a las cuatro y media de la mañana para correr al mercado de frutas como a los 24 años. Allí, recuerda, debía enfrentarse a los vendedores quienes, incrédulos, antes de darle la mercadería le preguntaban “¿Y quién va a pagar?”, sin imaginarse que hablaban con una mujer empresaria. “Tenía que decirles ‘yo misma’ y enseñarles mi bolso con el dinero”, nos cuenta.
Ahora negocia con los propios productores de fruta de Sierra Exportadora. “Ellos deben exportar la fruta más redonda, más brillosa y las demás frutas, a pesar de que están en buen estado, no las pueden empaquetar porque no cumplen con los parámetros que exige la vista del cliente en el extranjero. Así que yo se las compro de modo que no pierdan su producción. Todos ganamos”, explica Azucena.
El balance tras una década muestran que el esfuerzo no ha sido en vano. “Nosotros queríamos ser grandes. No sabíamos cuánto nos íbamos a demorar. Desde un inicio fue un proyecto muy ambicioso”. Sacrificar unos cuantos veranos de juventud le han traído muchas alegrías en la actualidad. Hoy Azucena sigue levantándose temprano pero el propósito es otro: dar de lactar a su pequeño Max, de meses de nacido.
“Lo único que puedo decirles a todas las mujeres que desean emprender es que miren hacia dentro de ellas, que se conozcan. No hay nadie mejor que una para saber nuestras debilidades y nuestras fortalezas”, declara Azucena, quien a pesar de las adversidades (el fenómeno de El Niño del año pasado casi le provoca una quiebra inminente) siempre rema hacia adelante, sin perder el optimismo.
Laura Grados
Periodista. Escribe en utero.pe