Las mujeres tenemos que desarrollar mucho más nuestra capacidad de negociación
Hace casi 20 años que María José Gómez trabaja en favor de los derechos de las mujeres y los niños en diferentes partes del mundo. El Perú ha sido un destino recurrente en esa tarea. Aquí llegó desde España por primera vez en el 2002 y a su regreso, en el 2015, cambió la idea de concentrarse en su tesis de doctorado, por una propuesta entusiasmante: mejorar la empleabilidad de los jóvenes peruanos a través del fortalecimiento de sus habilidades y capacidades. Y eso es lo que hace desde Fundación Forge.
“Trabajamos con muchos chicos y chicas. Hay más chicas en nuestros programas pero eso no es necesariamente una buena noticia ni pasa porque trabajemos de manera directa el tema de género sino porque las mujeres muchas veces necesitan más este tipo de apoyo para poder encontrar un trabajo en condiciones adecuadas”, cuenta María José. El panorama de inserción laboral para miles de mujeres peruanas no se presenta sencillo.
La Fundación Forge, explica, capacita a jóvenes entre 18 y 24 años para que desarrollen las habilidades que les permitan insertarse en el mercado laboral formal. En el año 2017, el 67% de los(as) 1590 participantes en el programa “formación y trabajo” fueron mujeres que no tenían los recursos económicos para continuar estudiando o que no habían podido acceder a un empleo por dedicarse a las tareas de cuidado de hijos(as), personas mayores o enfermas, además de a las tareas domésticas.
María José, que trabajó por varios años en Naciones Unidas como encargada de temas de género, ha visto en más lugares de los que quisiera como esta situación de desigualdad que afecta en gran medida a las mujeres y niñas se replica sin que los esfuerzos sean suficientes para resolverla. La trata de personas, la violencia sexual, el acoso son problemas comunes a varios países de la región y el remedio está lejos de ser simplemente legislativo. “La situación de las mujeres siempre tiene que ver con el tipo de sociedad en la que estas se desenvuelven. Si bien el tema normativo es importante y hay mucho que se puede legislar, todo empieza con el cambio social que le antecede. El Perú, por ejemplo tiene, hace como 10 años, una de las mejores legislaciones en prevención contra la violencia de Latinoamérica y sin embargo es el tercer país de la región donde más casos de violencia sexual se producen”. Eso demuestra que las leyes no bastan.
Lo que sí suma, y mucho, en el camino a las las libertades plenas, dice María José, es la autonomía económica. “El acceso a un empleo de calidad es requisito fundamental para la autonomía económica de las mujeres puesto que las permite generar ingresos y recursos propios, acceder a créditos y a propiedades. Esta autonomía económica por los ingresos provenientes del trabajo implica para las jóvenes un incremento de la libertad en el uso de su tiempo, en la asignación de los recursos, en la inversión en educación o en ocio”. También permite, por cierto, librarse de un marido maltratador.
Según el informe elaborado por el INEI (2017), el 31.4% de mujeres (a partir de 14 años) en 2016, en zona urbana, no tenían ingresos propios y en el área rural el porcentaje de las mujeres se dispara al 46.95%, casi 4 veces más. Esto significa que mas de 30 de cada 100 mujeres de promedio, dependen económicamente de un hombre en las zonas urbanas y casi las mitad de ellas viven así en las zonas rurales.
Con un escenario así de adverso, la misión mejorar la situación de las mujeres abarca varias tareas, entre ellas la de derrumbar prejuicios y cambiar mentalidades. Las empresas, por ejemplo, deben estar dispuestas a brindar una verdadera igualdad de oportunidades en sus procesos de selección y desterrar la idea de que ciertas tareas están reservadas solo para hombres.
Pero no es lo único sobre lo que hay que poner manos a la obra. “La principal habilidad que se tiene que trabajar con las mujeres, para que no se encuentren en posición de desventaja en el mundo laboral, es capacidad de negociación”, dice María José que ha corroborado esa necesidad incluso en los procesos selección que ella ha dirigido. La evidencia muestra que las mujeres muchas veces no valoramos como los hombres las propias capacidades y el valor que tenemos en el mercado laboral.
Cambiar esos patrones tan interiorizados implica un ejercicio constante de aprendizaje y reflexión. “Si una que lleva años estudiando, trabajando, publicando sobre el tema de género, de pronto se encuentra en algún estudio o texto con esas evidencias que están ( y estuvieron siempre) y no las vio. Entonces ese volumen tan grande de mujeres que quiere sumarse a la causa y a la tarea de derrumbar patrones tiene que ser consciente de que es un proceso largo y requiere de mucha voluntad de cambiar años de machismo aprendido”, dice la especialista en el tema que con los años se ha hecho cada vez más experta en la detección de esos pequeños “detalles” que demuestran el estado de la cuestión. “Es solo fijarse en situaciones tan cotidianas como las reuniones de trabajo para comprobar que la desigualdad está presente. ¿Quién interrumpe a quién y qué voces se oyen más’”, se pregunta.
Y si las mujeres tenemos ese reto de estar atentas, los hombres también juegan un papel importante en este proceso de cambio. Ante la situación existente de violencia machista, la actitud de quienes se encuentran en una evidente posición de ventaja dice mucho de lo que nos espera como sociedad. María José reflexiona en torno a un tema que es transversal a todos los -ismos que nos atacan ( machismo, racismo) . “Uno siempre tiene la posibilidad de elegir. Puede no tener control sobre si nace con privilegios o sin ellos pero sí puede decidir qué hacer con ellos. Qué decisión toman los hombres con sus privilegios, qué hace con ellos depende de cada uno. O asume que es así y justifica todo o das un paso más y aporta al cambio”. Es hora de empezar.