Me hice emprendedora a los 38 años
Cuando Natalia llegó al Perú en el 2010, tenía bajo el brazo varios títulos que la avalaban, años de experiencia en importantes transnacionales y una marcada inquietud por continuar el camino explorando nuevas facetas y modos de trabajo. Un par de años después, en el 2012, fundó en Lima su propia empresa. “Cuando llegué a Perú, me dio mucha pereza pedirle trabajo a una empresa grande, yo venía de haber trabajado en transnacionales. No me sentía con ganas de volver a tener jefes, a rendir cuentas a departamentos de recursos humanos, que me midieran por objetivos y tener que pelear mi bono cada año. Y dije no, me voy a independizar. Me hice emprendedora a los 38 años”, cuenta entusiasta.
Esta química de formación, nacida en Oviedo hace 44 años, ha logrado de The Office concretar dos importantes objetivos: ser su propia jefa y ofrecer a sus clientes centros de negocios compartido que les permiten trabajar en un ambiente cómodo, elegante y apacible sin contratiempos, donde cuentan con todo lo necesario para iniciar y establecer negocios en Lima o en otra región del país. “El impacto de mi empresa -anota- es ayudar a que la gente genere oportunidades comerciales para su negocio”.
Natalia ha sabido combinar muy bien el negocio y la pasión por lo social. “Toda mi vida me he dedicado a responsabilidad social corporativa, y cuando creé The Office tuve que reflexionar sobre cuál es el impacto social de mi empresa, esa es mi pasión. Por eso quise canalizar ese aspecto con un programa para mujeres emprendedoras, que son dueñas del 56% de los emprendimientos pero que tienen dificultades. Si quiero hacer responsabilidad social, tengo que mirar cuáles son los grupos de interés más vulnerables o con más dificultades para impulsar sus negocios. Por eso las ayudamos a consolidar sus negocios y hacerlos lo suficientemente fuertes para que cuando ocurra una crisis y caigan los precios no desaparezcan”, explica.
Ser emprendedora también es un reto en un país donde la brecha de la desigualdad de género sigue siendo alta, y las mujeres deben trabajar semanalmente 11 horas más que los varones. “Son 11 horas en que una mujer podría estar en un evento en una cámara de comercio, en una universidad o en otro lugar donde conocer gente interesante, o es un tiempo en que una podría estar capacitándose. Las barreras en el Perú son grandes; si no conoces gente, estás frito”, añade.
En ese contexto es que Natalia decidió que la responsabilidad social de su empresa era enfocarse en mujeres emprendedoras o empresarias. “Hemos creado un concepto para ayudar a las empresarias, emprendedoras, a elevar sus capacidades para fortalecer su negocio. Se llama Women Doing Business, un espacio en el que se realizan encuentros periódicos entre mujeres de distintas profesiones y con distintos perfiles, que tienen en común trabajar arduamente para consolidar una apuesta propia. Queremos que las mujeres, emprendedoras, empresarias, trabajadoras, ejecutivas, o deportistas, logren metas profesionales y hagan negocios sirviéndose de nuestra red y de lo que cada una de nosotras puede aportar”.
Son eventos temáticos, con espacios para 50 personas, con un costo mínimo. Las asistentes pueden acceder a las expositoras, sin ninguna barrera. Es un espacio democrático de acercamiento a gente que tenga interés de ganar. Yo compro, tú vendes. “Aquí no hay un perfil al que nosotros apuntemos, quien quiera venir aquí a conocernos y ser parte de una comunidad que intercambia servicios, consejos y que no tiene prejuicios, será bienvenida. Aquí queremos quitar complejos a las mujeres”, detalla.
Lo que busca Natalia es un emprendimiento responsable, con emprendedoras que sepan de gestión de riesgos y que sepan cuáles son los colaterales. “Respeto muchísimo a la gente que se arriesga, pero hay que tener en cuenta los riesgos. Es como un trapecista, debes disponer de una mínima red por si te caes”, señala.
Finalmente, su experiencia corporativa y su relación con los consumidores permiten que la empresaria española tenga una visión particular de cómo debe ser la responsabilidad social corporativa. “La responsabilidad social corporativa es el impacto social y ambiental de las decisiones y la actividad de una empresa. Por ejemplo, si veo a un banco haciendo una campaña de recolección de frazadas para la época de friaje en una zona altoandina, no está mal pero, ¿es eso propio del impacto social y ambiental, de las decisiones y las actividades de un banco? No. Lo socialmente responsable es colocar productos y servicios de manera ética, no vender créditos a gente que no sabe leer la letra pequeña, no incentivar la distribución indiscriminada de tarjetas de crédito a personas que ya están endeudadas”.
Así es Natalia: clara y directa. Con The Office opta por un crecimiento, no en metros cuadrados tanto como en servicios. “Yo no te doy una oficina con mesas y sillas, te doy servicio para que tú crezcas”. Con Women Doing Business su objetivo es consolidar el trabajo y esfuerzo de las mujeres que se animan a hacer empresa. “Buscamos que tengan una mínima fortaleza financiera para poder sostenerse en un país donde, como en toda Iberoamérica, hay inestabilidad. Para eso tienes que tener un flujo de caja consolidado, una cartera de clientes estable, un posicionamiento y superar las barreras que nos imponen y nos autoimponemos nosotras también”. El reto está dado. La fuerza para conseguir las metas, también.
Alberto Ñiquen
Periodista. Editor en Lamula.pe