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Mujeres Que Transforman es una plataforma que busca visibilizar los emprendimientos que realizan las mujeres en el Perú, así como las problemáticas y desafíos al que se enfrentan día tras día.

Soy de una época de rebeldía con propósito

Marina Bustamante camina por su fábrica de cinco pisos en el Cercado de Lima. Avanza mientras observa a los centenares de empleados que trabajan el cuero para las carteras. Ya no tiene que esconderse de su padre en una casa alquilada a un vecino en Barrios Altos, como cuando tenía 17 años. “Mi padre decía que los negocios no estaban hechos para las mujeres, que si las mujeres emprendíamos un negocio, quebrábamos”, narra. Cuarenta y cinco años después, la fundadora de Renzo Costa ha demostrado lo errado de aquel vaticinio y lo bien que hizo al no hacerle caso.

Aunque por el nombre y algunos programas de espectáculos la gente haya creído algo distinto, quien inició e hizo crecer el negocio fue ella. No habría Renzo sin Marina y esa verdad no se limita a la empresa.  Madre, empresaria y ante todo audaz. Le gusta definirse como una mujer rebelde. “Soy de una generación luchadora, de una época de la rebeldía con propósito”, dice satisfecha mientras señala el cuadro del Che Guevara que adorna la oficina desde donde dirige esta compañía que ya tiene 60 tiendas a nivel nacional.

Esa rebeldía que la haría surgir no evitó, sin embargo, que los prejuicios se filtraran en su vida solo por ser mujer. Cuando inició su negocio a espaldas de su familia (donde las mujeres o eran amas de casa o universitarias), acudió en más de una ocasión a buscar infructuosamente  apoyo financiero. “Las mujeres no eran sujetos de crédito. Como me veían jovencita y mujer, ni siquiera me recibían en los bancos, recibían a los hombres con sus maletines. Las colas eran de puros hombres, no vi a ninguna mujer. No me prestaban y menos aceptaban sobregiros”, recuerda.

Hubiese preferido, aunque no lo diga, que Dios fuera mujer. Vaya, vaya si Dios fuera mujer, es posible que agnósticos y ateos (y quién sabe si banqueros) no dijeran ‘no’ con la cabeza y dijeran ‘sí’ con las entrañas (y los bolsillos). El parafraseo al poema ‘Si Dios fuera una mujer’ de Mario Benedetti no es gratuito. El vate uruguayo es otro de los personajes que Bustamante admira.

¿Y si más empresarios también fueran mujeres?, preguntamos. Otra sería la historia, es la respuesta entre líneas que deja el panorama que pinta desde la experiencia vivida. “Estamos rodeadas de puros hombres, en los directorios tenemos una representatividad bajísima. En un directorio hay 3 mujeres y 38 hombres, en otro directorio hay una mujer contra 40 hombres”. Las reuniones empresariales a las que ahora acude todavía están repletas de voces masculinas.

Marina hace el recuento del camino recorrido convencida de que, desde el inicio, contribuye  para que más mujeres tengan oportunidades. Alguna vez se definió como una mujer “de izquierda” pero los años la han hecho abandonar las etiquetas. Aunque ya no se identifique con esa ideología, hay convicciones que mantiene firmes desde que empezó.  Hoy, Marina hace todo lo posible porque la mitad de sus trabajadores sean hombres y la otra mitad, mujeres. “Ambos con iguales salarios”, aclara.

Lejanos son ya aquellos años en los que en esa quinta de Barrios Altos empezó el negocio, eligió el nombre que la llevaría a la fama  y contrató a su amiga Gladys,  la primera trabajadora que colaboraría con Marina para producir correas de cuero que vendía luego a los “hippies” que conoció en la universidad San Marcos, el lugar donde sus padres creían que ella pasaba todo el día estudiando la carrera de Psicología.

“Cuando le puse el nombre de ‘Renzo Costa’, me decían: ‘Cómo un local de mujer va a tener un nombre de hombre’. “En ese tiempo, las boutiques eran inauguradas como ‘Marita’, ‘Elisabeth’ o con cualquier otro título femenino”, recuerda y su gesto delata cuán orgullosa  se siente de haberse atrevido a mantener ese nombre a pesar del qué dirán.

Renzo Costa es el nombre del hijo mayor que tuvo con su primer esposo, de quien se divorció luego de  tres años de matrimonio. El nacimiento de Renzo no interrumpió su emprendimiento. Ella tenía 20 años y darle la razón tácitamente a su padre no estaba entre sus planes. El pequeño Renzo haría del taller su patio de juegos, donde no se divertía con carritos ni pelotas, sino con broches y pedazos de cuero. En 1982, llegaría su segundo hijo, Juan José, un fotógrafo cuyas instantáneas muestra a todo aquel que visite su oficina. Marina es también una madre satisfecha.

La empresaria  supo lo que quería para su futuro desde su niñez, cuando jugaba a la bodega con sus amigas de Barrios Altos. Y allí empezó a escribirlo.La vida puso a prueba su fortaleza, sus elecciones y aunque no llegó a terminar esa carrera universitaria que tanto ilusionaba a su familia, ha cumplido y con creces las expectativas de éxito de cualquier padre. Aunque el suyo no haya podido vivir  los años suficientes para contemplar el triunfo que su hija erigió a base de cuero rebelde. Un cuero que nunca se desgastó a pesar de que los estereotipos de género intentaron deteriorar. ¿Y si los empresarios fueran mujer? Ese poema ya lo escribió Marina Bustamante y qué bien rima.


Andy Livise
Periodista. Escribe en utero.pe