El reto de las nuevas masculinidades
Promocionar y trabajar por la equidad de género es una labor que también concierne a los hombres, en la medida que estén dispuestos a derrumbar estereotipos y construcciones sociales erróneas sobre el significado de “ser hombre”.
Cuando consultamos el significado de la palabra “hombre” en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), la primera definición es: Ser animado racional, varón o mujer. Un poco más abajo, la cuarta definición señala: Varón que tiene las cualidades consideradas masculinas por excelencia.
Nos detenemos aquí. ¿Cuáles son esas cualidades consideradas masculinas por excelencia que apunta la RAE, institución que en más de 300 años de historia no ha tenido una directora mujer? No las especifican, y el hincapié que hacemos en la ausencia femenina en el historial de su planilla directiva no es gratuito.
Dentro de la construcción del significado de qué es un hombre, las mujeres también tienen mucho que decir. Sobre todo porque, históricamente, la figura femenina ha sido contrapuesta a la masculina cuando de ratificar la masculinidad se trata.
Pensemos en el fanático que vocifera contra el televisor “¡Pateas como hembra!” cuando ve que su futbolista favorito ha desperdiciado una ocasión de gol por pegarle sin potencia al balón. O en el amigo que le reclama al otro “Pareces flaca” cuando nota que está de mal humor. Estos episodios y situaciones que marcan distancia y negativizan lo femenino también se repiten, en diferentes claves y contextos, en los espacios laborales, por ejemplo.
Un compañero que viste camisa rosada y pantalón ceñido en la oficina puede ser un potencial objeto de chistes para sus colegas, lo mismo que aquel que defiende causas feministas. Así, rehuir de elementos o características que se creen exclusivamente femeninas, y cuestionarlas cuando un hombre las demuestra, parece un deporte más popular que el mismo fútbol en sociedades y núcleos conservadores y machistas como los que aún persisten en Perú.
De ahí la importancia de las nuevas masculinidades, porque cuestionan los roles tradicionales de género y reafirman que no existe una sola forma de ser hombre. En este punto es importante entender que así como existe el sexo biológico, que es masculino y femenino en la mayoría de los casos, en la otra orilla encontramos el género, conjunto de características que la cultura y la sociedad han atribuido a cada sexo, las mismas que son susceptibles a modificaciones según los contextos sociales, históricos y económicos.
¿Reconoces la frase Macho peruano que se respeta? Surgió como una fan page, muy popular en Facebook, que al día de hoy tiene como foto de perfil y distintivo el rostro de Machín, el personaje que Carlos Alcántara interpretó en Pataclaun. De Machín recordamos tres detalles: era fanático del fútbol, repartía jergas y lisuras con ganas, y siempre que llegaba a casa le pedía a Wendy, su esposa y ama de casa, la comida lista (y abundante, por supuesto). Si bien esta parodia noventera satirizaba la idea del macho peruano tradicional, vale mencionar que esta misma fan page, a juzgar por su contenido, celebra actitudes que no hacen más que reforzar el molde de la hombría nacional. En una de sus recientes publicaciones se lee: “El sexto sentido de la mujer no existe, son sus ganas de seguir jodiendo”.
Jorge Hernández, coordinador de nuevas masculinidades de la ONG guatemalteca Mujeres Iniciando en las Américas (MIA), la cual forma parte de White Ribbon Campaign (un movimiento global que reúne a hombres y jóvenes comprometidos en luchar contra la violencia masculina hacia mujeres y niñas), escribió en un artículo una breve definición sobre nuevas masculinidades que saludamos con entusiasmo: aprendiendo a desaprender.
Solo deconstruyendo los aprendizajes sociales que enseñan qué comportamientos son los adecuados para hombres y para mujeres (normas de género), o qué responsabilidades y trabajos deberían aceptar en la sociedad (roles de género), los hombres entenderemos que resolver la problemática de la inequidad de género no es una labor que solo convoca a las mujeres, sino también a nosotros.
Un papel activo en esta tarea no solo supone entender que un hombre que prefiere discutir sobre los highlights del Paris Fashion Week no es “menos hombre” que aquel con varios pronósticos sobre el once titular que Gareca usará en Rusia 2018. También exige un ejercicio de introspección para recordar qué expresiones o afinidades nos hemos prohibido nosotros mismos o terceros (como nuestros padres) por temor a incumplir con el arquetipo de macho puro y duro.
El riesgo de distanciarnos de lo femenino para reafirmar nuestra masculinidad solo socava la brecha de género y en el camino engendra episodios lamentables, desde hombres que golpean a sus parejas para imponer su autoridad hasta jefes que abusan de su poder y posición en perjuicio de sus colaboradoras mujeres.
Precisamente, dentro de las organizaciones, sobre todo en aquellas mayoritariamente masculinas, las nuevas masculinidades promueven y aseguran ambientes de respeto transversales a todas las áreas de la empresa, donde las mujeres no teman alzar su voz ni verse perjudicadas por expresiones o prácticas machistas.
Campañas como HeForShe, de ONU Mujeres, que promueve la igualdad de género involucrando a hombres y niños como agentes de cambio, demuestra que las nuevas masculinidades es una labor global que cada uno puede asumir y promover desde sus esferas privadas y públicas.
Rodrigo Alomía