Según el Foro Económico Mundial, no existe ningún país en el mundo que haya cerrado totalmente las brechas de género y la disparidad salarial y de acceso a oportunidades económicas persiste en todo el mundo, incluso en países como Islandia y Finlandia donde la brecha educacional ha sido completamente cerrada. El Perú se encuentra en el puesto 80 en dicho estudio.
Es ilustrativo que países como Islandia y Finlandia, que han avanzado tanto en temas de igualdad, no hayan podido lograr la igualdad de género plena. Si la solución pasara únicamente por el empoderamiento de la mujer, en estos países no debería persistir dicha brecha, pues ¿qué mejor manera de empoderar a la mujer que a través de la educación y de asegurarle una amplia gama de derechos? O la educación no ha sido suficiente para empoderarla, en cuyo caso el Estado tendría que replantear su enfoque de género en las aulas, o el empoderamiento de la mujer no es condición suficiente y necesaria para acabar con dichas disparidades.
Mientras eso sucede en el mundo, en el Perú la situación no es más alentadora. En junio del 2017, una red de investigadoras en las Ciencias Sociales en el Perú, que buscaba presentar evidencias sobre la existencia de brechas y desigualdades entre hombres y mujeres en el mercado laboral académico, confirmaba un escenario similar. Las Ciencias Sociales, de hecho, son un buen ejemplo de por qué la educación no es suficiente. En las Ciencias Sociales en el Perú el 50% de los estudiantes universitarios son mujeres. Es decir, de cada dos estudiantes del rubro, una es mujer. Sin embargo, cuando avanzamos en la carrera profesional de las mujeres encontramos que la paridad se convierte en una brecha que incrementa según subimos de puesto. Así, en el nivel profesional, de cada 3 profesionales en el área, solo una será mujer, de cada 4 autores de trabajos de investigación en Ciencias Sociales, solo una será mujer y de cada 5 expertos llamados a declarar en medios sobre estos temas solo una será mujer. Esto quiere decir que estamos perdiendo capital humano (altamente calificado) en el camino.
Esto parece deberse a los distintos obstáculos y dificultades que deben enfrentar las mujeres en el mundo laboral y familiar, y los hombres no. Nos referimos, por ejemplo, a la economía del cuidado donde las labores del hogar y del cuidado de niños, ancianos y parientes enfermos las deben asumir desproporcionalmente las mujeres, y a los distintos prejuicios que operan en detrimento de los ascensos de éstas (numerosos estudios muestran que las características asertivas que ayudan a los hombres a ascender en sus trabajos son detrimentales para las mujeres, de quienes no se quiere esa clase de comportamiento), pero también nos referimos a una sociedad lo suficientemente sexista que ha hecho que las mujeres exitosas sean más proclives a sufrir del síndrome del impostor, fenómeno psicológico por el cual la persona cree que sus éxitos se deben a alguna clase de error o accidente del destino y no a sus méritos personales para llegar ahí.
Mientras que los empleadores puedan pagarle menos a las mujeres por el mismo trabajo, mientras no se replantee el permiso de maternidad y paternidad, mientras persista la discriminación por género en los ámbitos laborales y mientras no hagamos cambios fundamentales en cómo dividimos las labores en nuestra sociedad, la igualdad no se alcanzará. Las mujeres seguiremos sintiéndonos y ganando menos por el mismo trabajo (remunerado) y trabajando en promedio un día laborable entero más semanalmente en labores no remuneradas. Estaremos más cansadas y tendremos más incentivos para dejar la fuerza laboral, para costo de toda la sociedad. Los países que más cerca están de cerrar totalmente la brecha de género han dejado claro desde hace mucho tiempo que esto solo sucederá con acciones concretas y proactivas por parte del Estado y de la sociedad, y no gracias a que las mujeres tengan que sumarle a su lista de labores semanales una constante lucha por hacer respetar cada uno de sus derechos.
Gabriela Camacho Garland
Pertenece a la Plataforma Comadres, espacio que busca posicionar el trabajo de las mujeres en el análisis de la política nacional e internacional.