Ser mujer e indígena significa resistir
Son las 7.10 de la mañana y la jornada de sábado de Tania Pariona ya ha empezado. Hace mucho tiempo que esta mujer de 33 años no sabe de días de libres. Su época de niña trabajadora y sus interminables actividades como congresista le recuerdan que no hay tiempo para el descanso.
En su departamento, ubicado en el tercer piso de un edificio en San Miguel, tiene pedacitos de Ayacucho en los rincones y también sobre la mesa del comedor. Un tazón de quinua con manzana y unas papas con queso, todo traído directamente de Huamanga, acompañan el desayuno con el que nos recibe y es el que mismo que comparte todos los días con su hermana y las dos amigas de la infancia que viven con ella.
En una de las paredes de la sala hay un par de estantes de libros, todos referidos a los derechos de las mujeres indígenas. La congresista lleva un polo con aplicaciones de la cultura Maya. Se lo obsequiaron hace poco durante un evento con comunidades indígenas de todo el mundo, uno de los tantos a los que ha asistido a lo largo de su corta vida política.
La historia de Tania empezó en Cayara, uno de los distritos más afectados por el terrorismo. Allí nació pero pronto tuvo que migrar hacia Huamanga con sus padres y sus seis hermanos. Fue entonces que la niña empezó a hacerse fuerte. Había que enfrentar más de una adversidad y ella aprendió a defenderse y a proteger a otros.
«Crecí en un hogar en el que mi papá era muy machista. Algunas veces tuve que poner mi cuerpo para defender a mi madre. Y así todas las mujeres de mi casa tuvimos que intervenir para para acabar con el maltrato. Ahora él ha cambiado”.
La congresista, que en sus años universitarios optaría por la carrera de Trabajo Social y ahora cursa una maestría en Desarrollo Humano, guarda en su biografía las razones de esta vocación por lo social. “Empecé desde los 10 años en una asociación de niños trabajadores. Nosotros (ella y sus hermanos) colaborábamos con mis padres que tenían un puesto en el mercado. Hasta ahora existe y mi papá lo atiende. Vendíamos chupetes, ajos, linaza, ropa, de todo. Si no estábamos allí mi mamá nos mandaba con mi abuela a Víctor Fajardo, a ayudar con el pastoreo”.
Adquirir responsabilidades a temprana edad la impulsó a ingresar en el mundo de las organizaciones sociales. Así llegó a Chirapaq, el Centro de Culturas Indígenas del Perú, comandado por la premiada Tarcila Rivera. Fue la lideresa indígena quien reforzó en Tania las inquietudes por la lucha de género y la autoidentificación.
“Para mí ser indígena y ser mujer significa resistir y enfrentar a escenarios muy difíciles. Es necesario cuestionar los estereotipos porque en nombre de la cultura se sustenta la idea de que las mujeres tienen ciertos roles y no pasan de la orilla para cumplir otros. Por ejemplo, decir que las mujeres son encargadas de mantener el hogar y que por eso no pueden ser autoridad, etc.”.
Tania responde sin quitar la vista de su interlocutor. Piensa y calcula cada palabra antes de responder. Mueve las manos para poner énfasis en su mensaje.
Ante la pregunta sobre si alguna vez ha sido discriminada, Tania sonríe y afirma:
“Ufff, muchas veces. Como cuando vine a Lima para una reunión porque ibamos a proyectar en mi pueblo Cayara el documental “El Panteonero”-que habla sobre cómo las personas tras la época de violencia se refugiaron en el alcoholismo- y en el edificio de la persona con quien me iba a reunir el señor de la seguridad me dijo “Ah, usted viene a limpiar la casa ” y para salir del paso le dije que sí. O en otra oportunidad cuando fui a recoger mi visa a la embajada de España y estaba con mi traje ayacuchano, el vigilante me llenó de preguntas antes de dejarme entrar”.
Tania no retrocede ni se amilana. Ha convertido lo que en esta sociedad suponen debilidades profundizadas por los prejuicios en fortalezas que refuerzan su identidad y guían a miles de mujeres y hombres a hacer lo mismo. “Lo importante es nunca perder la esencia ni renunciar a los sueños. Las mujeres que venimos de distintos pueblos tenemos mucho para compartir”. Tania resiste, desde siempre, resiste.